Interrumpimos hoy la programación habitual de este blog –que normalmente va al grano de las corcheas y los riffs de guitarra– para tocar una arista de la industria musical que, si bien incumbe a toda la sociedad, resulta un reto interesante para nosotros los bibliotecarios. El de la música y la inteligencia artificial (a partir de ahora IA para ahorrar bits).
Lo novedoso del asunto no reside tanto en la propia tecnología como en su popularización. El ya omnipresente Chat GPT abrió la espita de las IA generativas disponibles para los simple mortales y, desde entonces, la red se ha poblado de un sinfín de plataformas que permiten usar prompts (instrucciones) para crear textos, imágenes…y sonidos. Sí, también música.
Son ya bastantes las plataformas de IA para crear música disponibles. Nosotros hemos probado Suno, con el que hemos hecho un pequeño tutorial musical sobre el préstamo automático de portátiles (versiones punk y rap). Esta plataforma tiene la particularidad de poder incluir tu propia letra (hecha por nosotros, como es el caso, o redactada por otra IA).
Uno de los aspectos imprescindibles en el desempeño de la profesión bibliotecaria es el relativo a la Propiedad Intelectual, un mundo que aún está tratando de adaptar sus normas a un tipo de autoría al que hasta la fecha no se había tenido que enfrentar. Recientemente, el rapero canadiense Drake tuvo que retirar de sus redes su canción Taylor Made Freestyle, en la que usaba la voz generada con IA del rapero fallecido en 1996 Tupac Shakur, después de que el equipo legal de este le amenazara con denunciarlo. Un ejemplo de lo que viene por delante.
Los marcos legales están por hacerse. La Ley de Propiedad Intelectual establece en España que, para que una obra sea protegible, esta debe ser original y estar creada por una persona física, lo que da una idea de cuánto debate queda por delante (aunque en países como Reino Unido y China ya hay sentencias en las que se ha reconocido la protección por derechos de autor de obras creadas por IA).
Las precauciones sobre el uso de Inteligencia Artificial y derechos de autor no acaban en ejemplos mediáticos como el de Drake. Las entidades que mantienen los distintos estilos de citas bibliográficos usados en la publicación científica también han tenido que sentarse a pensar acerca de cómo citar las creaciones de IA generativas. En nuestra Guía puedes buscar cómo citar Chat GPT en etilo APA. En el caso concreto de la música, los desafíos son idénticos y las respuestas están por llegar.
El encaje de la PI con las IA, de hecho, están en la misma base de su funcionamiento. Artistas gráficos, escritores y músicos están denunciando que la tecnología no sería posible si los algoritmos no se entrenaran con sus obras, algo por lo que ellos no perciben retribución alguna. Las propias plataformas son conscientes de ello. Suno, por ejemplo, no permite un prompt del tipo “hazme una canción con el estilo de Shakira”, algo que en otras plataformas sí es posible.
En este artículo sobre el tema se hacen una pregunta interesante: “¿Y qué pasa si una IA plagia a un artista? ¿Quién es responsable?”, a lo que responden con diversas posibilidades:
“En un primer momento, lo más lógico sería demandar a la persona que ha utilizado la IA y ha publicado la canción, pero también podríamos entender que son responsables la empresa que ha desarrollado el sistema de IA, los programadores o los licenciatarios de ese software que lo comercializan a los usuarios. Incluso las plataformas digitales podrían ser consideradas responsables por servir de bases de datos a estos sistemas IA, en este sentido, es importante traer a colación la carta abierta que Universal dirigía Spotify y Apple Music hace unos días, pidiendo que restrinjan el acceso a su repertorio a las empresas desarrolladoras de IA que lo estén utilizando para entrenar a sus IA, amenazando incluso con acciones judiciales”.
Música viene del griego y significa “el arte de las musas”. Es razonable que los humanos tengamos miedo ante una tecnología que parece querer ocupar el espacio de las musas, que controla los arcanos de la melodía, la armonía y el ritmo sin necesidad de pasar por el conservatorio. El espacio de la creación, que es una de las características mismas de la humanidad. En las bibliotecas estamos acostumbrados a lidiar con los grandes cambios tecnológicos que condicionan la sociedad y la producción de información, pero mentiríamos si dijéramos que no asistimos a este ¿cambio de paradigma autoral? con expectación y el convencimiento de que, sean cuales sean los itinerarios de los nuevos mapas abiertos por la tecnología, nos afectarán de lleno.