El increíble éxito de Hank Williams radicaba en que sus composiciones eran una extensión de su propia personalidad, un retrato vívido y sincero de su complicada experiencia vital. Fue una estrella atípica, de aspecto frágil y enclenque, afectado de espina bífida, con problemas familiares y una relación matrimonial tormentosa, y cuando alcanzó la fama y la fortuna se empeñó en mantener un estilo de vida autodestructivo. Eran conocidos sus problemas con el alcohol y su escasa fiabilidad para las obligaciones, pues lo mismo acudía borracho a una actuación que desaparecía de una sesión de grabación. Aún así, Williams tenía una aceptación masiva y su figura ha soportado el paso del tiempo.
Hank Williams – Cold, cold heart
Mike Baillie, en el cuadernillo que acompaña al cd, esboza algunos rasgos peculiares de Hank Williams:
“En términos convencionales, el estilo vocal de Hank Williams no tenía demasiado sentido. Poseedor de una voz indescriptible, inexistente en ocasiones, su registro se caracterizaba por un estilo lacrimoso con apuntes de “yodel”, aunque con frecuencia simplemente sonaba como un hombre que tuviera un nudo en la garganta. En determinadas vocales, se hacía patente un pronunciado deje nasal, por no hablar de su peculiar matiz tembloroso al cantar. Por si ello fuera poco, Williams carecía de la menor educación musical ortodoxa (…) A pesar de todo ello, su obra es pura poesía popular de temática bien definida, de extraordinaria imaginación y plena de hallazgos (…) Su música pervive por méritos propios, caracterizada por una consistencia total y un lenguaje único. La clave está en el apasionamiento con que Hank Williams recorrió el espectro de las emociones humanas valiéndose de unas letras dirigidas al corazón del oyente. Un mérito enorme, viniendo de un músico que apenas si era capaz de escribir su propio nombre.”
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