Fue justo el 27 de noviembre, pero de hace 2 años (en el 2021), cuando los principales medios de comunicación anunciaban el fallecimiento de nuestra querida escritora Almudena Grandes, una de las novelistas españolas más importantes de las últimas décadas. Parece que aún fue ayer y ya han pasado 2 años sin su presencia, aunque la vida con que llenaba sus obras permanezca íntegra en cada uno de nosotros: sus lectores.
Esta escritora que se dio a conocer con `Las edades de Lulú’, pronto fue un referente de la literatura española con obras tan famosas como `El corazón helado’, `Inés y la alegría’, `Las 3 bodas de Manolita’, `Los besos en el pan’, `Los pacientes del doctor García’, `La madre de Frankenstein’… y otras muchas. Aunque su vida estuvo ligada a la literatura, el hecho de haber nacido en Madrid y haber cursado estudios de geografía e historia han jugado un papel esencial tanto en el contenido como en la ambientación de multitud de sus obras, ya que siempre estuvo muy vinculada a esta ciudad que tanto amaba. Sus lectores de fuera de la capital conocen gracias a ella los rincones más castizos y el alma más auténtica de esta ciudad que como bien decía “Madrid es una ciudad hermosa, pero no lo sabe”.
Sus personajes se caracterizan por su complejidad, contradicciones, su gran introspección psicológica. Poseía una debilidad innata por los supervivientes, por personas que tenían que arreglárselas para poder sobrevivir, muy influenciada en este aspecto por la Odisea de Homero. También consideraba de enorme importancia la influencia de Cervantes en sus novelas, especialmente a la hora de construir historias complejas o introducir algunas más pequeñas dentro de otras más extensas.
Además, fue reconocida Almudena, por sus columnas en el diario El País, su participación como tertuliana en programas de Onda Cero, la Cadena SER, la Sexta o su relación con el mundo cinematográfico donde gran parte de sus obras se adaptaron a este formato.
Pero no hablaremos aquí de su impresionante legado literario, conocido a nivel nacional e internacional, sino de su persona: cómo era, qué pensaba, qué amistades frecuentaba, qué gustos tenía, qué valores resaltaba.
Las personas que mejor la conocían, su familia y amigos, destacaban de ella seruna mujer muy directa, divertida, burlona, luchadora, simpática, buena, sensible, optimista, defensora y comprometida con sus ideales, generosa, humana, afectiva, minuciosa, emprendedora, vital, militante de izquierdas, aunque nunca esquivaba las polémicas, frágil, muy de enviar besos, moderadora en algunos teatros de sus encuentros con el público y gran apasionada del Atleti de Madrid donde militaba desde pequeña. Era de voz ronca, contundente su presencia y gran amante de la vida.
Era feminista, creía en el triunfo de esta revolución en el XX y de su crecimiento en el XXI; “Parece que si no expones tu vida no te pueden considerar víctima”, afirmaba. Creía en la responsabilidad social de los escritores, y era una intelectual que siempre expresó lo que pensaba. Políticamente, creía que instituciones como la monarquía o la judicatura, antes sagradas, eran ahora abiertamente criticadas; de ahí la crisis territorial que padecía España. Consideraba que la democracia española había que refundirla para poder arreglar ciertos problemas que aún persistían en ella; y que la crisis de identidad existente arrancaba de la transición por no romper de forma drástica con la dictadura. Sin embargo, sus lectores representaban para ella la libertad; eran quienes verdaderamente la sostenían y por ello no se cansaba de repetir que siempre escribía lo que le daba la gana. “Lo que más me gustaba en el mudo era leer libros y lo que más me sigue gustando es leer libros”, decía. La literatura erótica, eso sí, estaba más relacionada con el marketing y con una determinada estrategia de consumo que con la propia literatura.
Joaquín Sabina, Ángel González, Benjamín Prado, Blanca Portillo, Lucía Álvarez, Javier Ruibal, Eduardo Mendicutti, con quien acudió a muchos saraos literarios del Madrid de los 90 e inmejorable presentador de muchas de sus novelas… son algunos de sus amigos más entrañables. Con ellos compartió amistad, amor, celebraciones, veladas íntimas, cenas, veranos estupendos, lecturas poéticas, charlas políticas, futbolísticas, de memoria, alguna que otra borrachera… De su amigo Joaquín Sabina admiraba e incluso envidiaba, la capacidad que tenía para construir una historia completa en los tres minutos que duraba una canción.
Le gustaba mucho cocinar, pero, sobre todo, la comida sana. También, alguna vez, las hamburguesas, la comida china, los bombones de licor, las cortezas de cerdo, la leche condensada, las croquetas… e incluso era conocida entre sus amistades por la preparación de algunos platos para amigos indiscutibles como los chipirones en su tinta (a Mendicutti) o la tortilla de patata (a su marido el poeta Luis García Montero). También le gustaba el vino, especialmente el tinto de la Ribera del Duero. Y, cómo no, salir a caminar por Madrid sin rumbo fijo. Y cuando estaba en la playa, nadar diariamente hasta la boya.
Fue una excelente narradora, ya desde aquellos lejanos tiempos en que escribía los primeros cuentos en casa de su abuelo mientras éste y su padre veían el fútbol obligándola a ella y a otros niños a dibujar y colorear y, en su caso, a escribir porque dibujar se le daba muy mal. Desde su narrativa ha tejido relatos insustituibles, estremecedores, de gran delicadeza y con un profundo compromiso social para luchar contra el olvido desde la propia literatura.
Ha recibido multitud de premios y reconocimientos, legado su nombre a bibliotecas, colegios, calles… y al año de su muerte se publicó, de forma póstuma, Todo va a mejorar, novela que no llegó a finalizar y siendo su marido, Luis García Montero, quien le dio los últimos retoques y cerró la trama según indicaciones previas.
Como bien dijo Joaquín Sabina “Almudena Grandes no es póstuma porque vive y vivirá siempre en sus libros, en los maravillosos poemas de amor de Luis García Montero y en el corazón de sus amigos, que la quisimos, que la queremos tanto”.
Javier González Pérez