Al principio pensé titular el post Las cuatro estaciones en un Audi, pero como mi coche es normalito y no conozco a nadie que tenga uno de esos perfectos coches alemanes, he preferido hablar de las road movies, esas películas que muestran el viaje de los protagonistas, en las que hay escenas de carretera, áreas de servicio, paisajes… Todo porque muchos de mis recuerdos van asociados a viajes por carretera en los que escuchaba una determinada música. Si para Jorge Manrique nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, para mí, la vida es una road movie que va a dar a veces en el mar (pocas) y la mayor parte en la sierra o en el pueblo.
Como ya tengo una edad respetable, mis primeros viajes o road movies tenían como banda sonora la música que nosotros mismos cantábamos, desde éxitos del momento (que podían ser canciones de Elis Regina o Chico Buarque, ya que mi familia vivía en Brasil) hasta el repertorio de la tuna o Asturias patria querida (concesiones a la música de la madre patria, que la segunda generación repetía a veces sin saber muy bien qué decía la letra). Más tarde y de vuelta en España, descubrí la música clásica que mis tíos escuchaban en el coche (mis padres nunca tuvieron uno) y empecé a asociar músicas a paisajes e incluso a diferentes estaciones del año. La epifanía fue sin duda el 1 de enero de 1981: pasamos la Nochevieja en La Granja de San Ildefonso y el día siguiente amaneció con una espectacular nevada, por lo que subimos a Navacerrada escuchando el Réquiem de Mozart, que yo no había oído en mi vida. Aún hoy cuando oigo cualquiera de sus partes me imagino dentro de ese coche contemplando los pinos nevados. También a mis tíos les debo el descubrimiento de otra música que está ligada al mismo paisaje: el vals triste de Sibelius.
Por supuesto que a Beethoven lo había escuchado, pero sobre todo conocía los pasajes más famosos de las Quinta, Sexta y Novena sinfonías. La Séptima la descubrí en un viaje hacia Segóbriga y Cuenca, en uno de esos días lluviosos de primavera en que el paisaje parece un cuadro de Sempere: otra trinidad para la memoria, Beethoven, Sempere, Cuenca.
Me gusta mucho la música vocal y en el verano suelo escuchar Les chants d’Auvergne de Canteloube en mis viajes hacia un pueblo de la Alcarria: estas canciones de pastores en occitano me traen a la mente imágenes de rebaños levantando polvo en los campos ya segados, el olor de la mies recién cortada y la visión de las flores del espliego.
Tengo debilidad por el lied y por Mahler, así que en la banda sonora de mi road movie no podían faltar los Kindertotenlieder o Canciones a los niños muertos, en los que Mahler pone música a cinco de los poemas que Rückert escribió después de perder a dos de sus hijos con muy pocos días de diferencia a causa de la escarlatina. Las asocio con el otoño en cualquier paisaje, pero si pudiera elegir el que más le conviene a estas canciones, sería sin duda uno igual al cuadro de Klimt que encabeza este post.
¿Y vosotros? ¿Cuál sería la banda sonora de vuestra road movie?
Imagen: Birkenwald de Gustav Klimt. The reproduction is part of a collection of reproductions compiled by The Yorck Project. (Public domain vía Wikimedia Commons)