Aquellos libros prohibidos

Jun 16, 2014 | 365 días de libros

Paseaban los libros. Libros de todas clases, tamaños y materias. A aquella pequeña habitación no paraban de llegar nuevas adquisiciones que mi abuelo prestaba e intercambiaba con mi padre. Eran libros que se leían, se releían y en ocasiones, pasado su tiempo de lectura inicial, se volvían a coger para consultar. Aquella habitación era toda una historia del mundo contada en infinidad de volúmenes.

Estantes de poéticas, éticas y metafísicas me podían llevar a estanterías llenas de épicas aventuras o a imaginar el sabor de aquella conocidísima casita de azúcar. Con alguno de los Atlas viajaba a todos aquellos lejanos lugares en los que ocurrían algunas de las mil historias que había entre los libros de aquella habitación. Gracias a mi padre tenía todos los libros que quisiera al alcance de mi mano, desde diccionarios hasta manuales de aviación y navegación, pasando por novelas, enciclopedias o diarios. Todo era perfectamente consultable para mí. Tenía todo el conocimiento y el saber que pudiera imaginar a mi alrededor.

Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial

Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial

Gran suerte la mía. Sin embargo, qué de tiempo ha tenido que pasar para que esto pudiera ser así.
Estando en una clase de historia, el profesor nos hizo caer en la cuenta de que el saber, el querer conocer y el ir más allá de lo que uno ya dominaba había estado vetado durante muchísimo tiempo. Fue curioso ver en el transcurso de la clase la disposición de los libros en la magnífica biblioteca de El Escorial.

Perfectamente colocados y, a simple vista, organizados por tamaños era imposible encontrar el texto que se quisiera consultar. ¿Qué ocurría? ¿Por qué era una tarea tan difícil poder localizar cualquier libro? De manera intencionada ningún volumen tenía a simple vista su título, ni su autor, ni tan siquiera alguna pequeña referencia que pudiera guiar al lector a hacerse con el libro que deseaba. En cambio, existía la figura del bibliotecario cuya labor era imprescindible ya que era el único que conocía la colocación de todos y cada uno de los libros. De todos, incluidos los prohibidos. Sí, esos libros que no podían ser ni consultados ni leídos por motivos religiosos y morales.
Así pues, aparte de tener que pasar por el filtro de un “guardián de los libros” era posible que, en otros tiempos muy diferentes a los nuestros, no hubiésemos podido leer ni estudiar, ni tan siquiera hojear libros como: “Ensayos” de Montaigne o los grandes descubrimientos de Copérnico en su: ”Sobre las revoluciones de los orbes celestes”. De igual manera nos habrían prohibido saber más acerca de: Erasmo de Rotterdam, Descartes y Hobbes y no hubiésemos podido leer “Los Miserables” de Víctor Hugo ni “Madame Bovary” del gran Flaubert ni obras de Rousseau o Alejandro Dumas, entre muchísimos otros.
Ahora, en pleno siglo XXI, tenemos a nuestra disposición todos los libros que deseemos. Podemos viajar a continentes en los que aún no hemos podido estar, vivir aventuras, aprender acerca de otras culturas lejanas a las nuestras, viajar a hechos del pasado, disfrutar de los del presente y soñar con acontecimientos del mundo futuro. Todo está a nuestro alcance si paseamos entre las diversas estanterías de nuestra biblioteca, en la que (gracias al crecimiento y apertura de ideas del ser humano) disfrutaremos de todo lo que nos propongamos y en donde no encontraremos trabas ni obstáculos para enriquecer nuestra imaginación, conocimientos y saber.

 

 

 

 

 

Así pues, siendo conscientes de la suerte que tenemos al tener todo el saber a nuestro alcance, animo a que nos atrevamos a ir más allá, a descubrir otros pensamientos, a imaginar mil aventuras…en fin, a bucear entre los libros de esta gran habitación del saber que compartimos estudiantes y profesores, y que, por supuesto, echemos un pulso al pasado e intentemos averiguar por qué cualquiera de los libros antes citados podría ser en su tiempo un libro prohibido… ¿nos atrevemos?

 María Buyo Michel

Estudiante de Grado de Humanidades. UC3M

 

 

 

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