Richard Linklanter, conocido por la saga antes del anochecer, magníficas obras como Bernie (2011) y Me and Orson Welles (2008) pero que también firma títulos comerciales como Spy Kids, ha puesto a la crítica a sus pies con Boyhood (2014). Es la película de la que todo el mundo habla y puede que la Industria americana la corone este sábado en la gala de los Óscar como la mejor del año. Y no nos sorprendería nada.
A estas alturas todo el mundo ha oído hablar de Boyhood como la película de “los doce años de rodaje”. El director quería contar la historia de una relación padre-hijo y para ello, nada más y nada menos, siguió la vida de este niño desde los 7 años hasta que entra en la Universidad. El elenco, encabezado por Ethan Kawke, Patricia Arquette y el chico que accedió a ese seguimiento, Ellar Coltrane se ha reunido un par de semanas al año desde el 2002. El resultado es una película inédita en la Historia (en mayúsculas) del cine.
Del relato de tres horas de Linklanter se ha escrito mucho, que si es una suerte de parábola del paso del tiempo donde retrata perfectamente el formato de familia actual que si es dramática tirando a trágica porque, a fin de cuentas, la vida es eso. Se pueden hacer muchas lecturas filósoficas de la película, pero sin duda la lectura cinematográfica la aprueba y quizás por eso se merezca el reconocimiento.
Al contrario de Birdman o El Gran Hotel de Budapest la película no es un deleite visual sino que es el solo devenir del protagonista afrontando su vida lo que nos engancha, él, como bien hacemos cada uno de nosotros, yendo hacia adelante quemando etapas.
Melani Pardo Román (alumna de la UC3M)