Nos encontramos en 1931, en algún pequeño pueblo español que espera con incertidumbre la llegada de la II República. Fernando (Jorge Sanz) deserta del ejército y en su huída va a parar a la finca de Manolo (Fernando Fernán-Gómez), un singular librepensador que le ofrece su casa y su amistad. La tranquilidad del campo se ve perturbada cuando las cuatro hijas de Manolo (Miriam Díaz-Aroca, Ariadna Gil, Maribel Verdú y Penélope Cruz) van a visitarlo. El desertor y exseminarista sucumbirá ante cada una de ellas, sin saber de quién se ha enamorado realmente.
Esta miscelánea de componentes, se tejió en un restaurante madrileño de la mano de tres grandes figuras del cine español contemporáneo: el director Fernando Trueba, el ya mítico guionista Rafael Azcona, y el realizador y guionista José Luis García Sánchez. Una narración en clave de humor, que mezcla el amor libre con la tolerancia, en un ambiente natural. Acompañados de una gran fotografía y unos personajes llevados al extremo, cuya exageración no desentona con el tono alocado de la película, dan como resultado un gran éxito de crítica (nueve premios Goya en 1992 y un Oscar en 1993) y de público.
Pese a la previsibilidad de los hechos que se suceden en la narración, no se intentan esconder las intenciones de Fernando y de las cuatro hermanas, la trama no resulta tediosa. Los diálogos ágiles y la acertada excentricidad de los personajes, encarnada en su máxima expresión por la madre (Chus Lampreave) y el hijo carlista (Gabino Diego)…o republicano, según le convenga en su objetivo de conquistar a Rocío,consiguen que el espectador se enganche a la trama. Casi la totalidad de las interpretaciones del elenco de actores son acertadas, algo que contribuye a que nos creyamos a los personajes y nos quedemos frente a la pantalla.
El protagonista vive una “belle époque” particular que, como la que se respira en el país en el periodo en el que se ambienta la cinta, poco durará. Este espacio de tiempo comienza con la muerte y suicidio de los dos guardias civiles y termina después del suicidio del párroco. Un final amargo, en el que Fernando se resigna a la vida con una sola mujer y Manolo vuelve a la soledad de la finca, que choca con el tono alegre de la película. Se puede encontrar una clara similitud entre la narración y el periodo histórico que vive España, la ambición y el optimismo con la que se ve el porvenir se traducirán en el pesar por lo que pudo haber sido y no fue, quedando reducido a un bonito, pero breve paréntesis. Noelia Álvarez, alumna UC3M.