Tras un verano bibliotecario dedicado a la programación del nuevo curso que da comienzo, renovamos las exposiciones bibliográficas en el vestíbulo de la Biblioteca de Colmenarejo con una compuesta por bestsellers y cómics, entre los que, como es lógico, faltan los más demandados, que están donde deben: en manos de los lectores. Pero nuestra compañera Tatús ha conseguido rescatar de las estanterías unos cuantos Ken Follet, Hennig Mankell, Boris Izaguirre, Stephen King, Matilde Asensi o Laura Gallego, además de los cómics de Astérix, Tintín e Iznogoud.
Elogiemos ahora bestsellers famosos de la mano de autores nada sospechosos: en los periódicos de este fin de semana se pueden leer estos textos:
… la literatura, una forma de expresión a la que se le supone perpetuamente en crisis y cuyos funerales se anuncian, quién sabe por qué, a cada paso. La obsesión por escribir y leer continuaciones de obras previas proviene de una fascinación básica del cerebro lector: la vivencia de la literatura como realidad, la creencia íntima de que esos personajes existen realmente y que esos mundos imaginarios son reales, de modo que es posible seguir recorriendo sus caminos en todas direcciones.
…es posible que una novela sea formalmente imperfecta, y, al mismo tiempo, excepcional. Comprendo que a millones de lectores en el mundo entero les haya ocurrido, les esté ocurriendo y les vaya a ocurrir lo mismo que a mí y sólo deploro que su autor, ese infortunado escribidor sueco, Stieg Larsson, se muriera antes de saber la fantástica hazaña narrativa que había realizado. Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica. La novela no está bien escrita (o acaso en la traducción el abuso de jerga madrileña en boca de los personajes suecos suena algo falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa, pero no importa nada, porque el vigor persuasivo de su argumento es tan poderoso y sus personajes tan nítidos, inesperados y hechiceros que el lector pasa por alto las deficiencias técnicas, engolosinado, dichoso, asustado y excitado con los percances, las intrigas, las audacias, las maldades y grandezas que a cada paso dan cuenta de una vida intensa, chisporroteante de aventuras y sorpresas, en la que, pese a la presencia sobrecogedora y ubicua del mal, el bien terminará siempre por triunfar.
… cuando somos niños -cuando nos leen o comenzamos a leer por nuestra cuenta-, lo único en que pensamos (y de ahí que abunden los retornos a los clásicos juveniles) es a dónde se han ido o de dónde vinieron nuestros héroes o heroínas, una vez agotada la última página. Más adelante -a medida que crecemos-, no dejamos de soñar con segundas oprtunidades y de fantasear con cómo habrían sido las cosas con él o con ella.
Cuando vuelvan a descansar en las estanterías los ejemplares de la trilogía de Larsson, o los de la saga de Crepúsculo, como descansan ahora los de Harry Potter, será porque otros libros vuelvan a ocupar la atención de los lectores. Trataremos de ofrecérselos.