El 12 de mayo de 1921 falleció Emilia Pardo Bazán, y siendo el centenario de este acontecimiento merece un pequeño homenaje y gran recuerdo. La recordamos por ser una gran escritora de novelas, cuentos, ensayos, artículos periodísticos y otros escritos, por ser una mujer rompedora en su tiempo, con sus ideas y con sus actitudes ante la vida, y por ser precursora de muchas ideas feministas y adelantadas a su época.
La rememoramos hoy por su novela “Insolación” publicada en 1889. Ella ya estaba separada de su marido y tenía una relación amorosa con Benito Pérez Galdós, vivencias que seguro influyeron en esta obra. En el momento de su publicación esta novela escandalizó a los lectores por el tema tratado.
Contada por un narrador y por la protagonista en un monólogo interior en él que quiere evitar ciertos sentimientos y la importancia de las apariencias en una sociedad con una doble vara de medir y unas estrictas imposiciones sociales. Es una lucha interior entre lo que siente y lo que la conviene.
La marquesa viuda de Andrade, Francisca Taboada, despierta en su cama con un desasosiego, inquietud, arrepentimiento y desazón de cuerpo y espíritu, que después de una magnífica descripción de sus sentimientos y zozobras, da pie para contarnos el motivo de esta situación. Ella quiere pensar que es producido por una insolación pero aparte de este síntoma físico también siente vergüenza, y quisiera que hubiera sido un sueño.
“Sí, lo que es el cuerpo se encontraba mejor, infinitamente mejor; pero ¿y el alma? ¿Qué procesión la andaba por dentro a la señora?.”
El relato no es cronológico pues retrocede dos días en el tiempo para que conozcamos lo que ha pasado anteriormente. En casa de una amiga ha participado en una charla con ella y principalmente con su amigo y paisano Pardo. En este momento conoce a Diego Pacheco con el que irá a la pradera de San Isidro, sabiendo transmitir muy bien el ambiente festivo y el bullicio propio de la ocasión, se masca el polvo, se siente el calor y se vive la fiesta.
“El campo de San Isidro es una serie de cerros pelados, un desierto de polvo, invadido por un tropel de gente entre la cual no se ve un solo campesino, sino soldados, mujerzuelas, chisperos, ralea apicarada y soez; y en lugar de vegetación, miles de tinglados y puestos donde se venden cachivaches que, pasado el día del Santo, no vuelven a verse en parte alguna…”
“Aparte del sol que le derrite a uno la sesera y del polvo que se masca, bastan para marear tantos colorines vivos y metálicos.”
A raíz de este encuentro ella comienza con su arrepentimiento, con su desasosiego de las posibles consecuencias de sus hechos.
Los ambientes están muy bien caracterizados, y el estudio psicológico de los personajes bien tratado, dando importancia a muchas mujeres durante la narración de distinto estrato social como aristócratas, camareras, criadas, gitanas,… todas ellas muy bien identificadas.
Es la evolución de una mujer tranquila y sosegada que nace en ella una pasión que no es capaz de controlar. Acabando por ser ella misma y no dejarse someter por las rígidas normas sociales.
Desde el despacho en la casa de La Coruña de Emilia Pardo Bazán, por la ventana se ve la fachada gótica de la iglesia de Santiago, de la que también habla en un texto extraído de “De mi tierra” 1888 y que vemos en esta foto.
Lectura muy recomendable de esta gran autora, que en nuestra biblioteca puedes encontrar.
Texto y fotos, Rosa Jiménez Villarín