Aparentemente se trata de un libro de cocina, de la que podríamos llamar “cocina picante”, y quizá alguien piense en relacionar este libro con esos restaurantes “eróticos” especializados en despedidas de solteros o celebraciones de divorcios. Pero en realidad nos encontramos ante una obra literaria más que culinaria, donde su autora -anónima- va detallando la preparación de ciertos platos al hilo de una anécdota de su vida, de un encuentro con personajes célebres, la visita a un hotel o a una exposición, una noticia o un hallazgo casual. La autora -¿o autor?- se confiesa “mujer de costumbres fáciles” escribe en París entre 1919 y 1931 (La “Belle Époque“) y nos relata, por ejemplo:
- cómo preparar el “puré de habas con achicoria silvestre” con hierbas recogidas en el Bois de Boulogne por “dos bellas jovencitas morenas, de piel clara y posiblemente caderas opulentas”
- o los “culitos bretones a la sidra“, receta del Grand Hôtel di Dinard “para ciertos turistas ingleses de gustos un poco particulares que leen a Oscar Wilde y dan paseos a la luz de la luna”
- o la “crema de apio” que le sugiere la madame mientras le tiraba de los lazos del corpiño y recitaba “Si l’homme savait l’effet du céleri, il en remplirait son courtil” (Si el hombre supiese el efecto del apio, llenaría con él su patio)
- o la “sopa de Afrodita” que le enseñó a preparar el político conservador Carlos Maurras
- o la “fabada asturiana, un plato fogoso para una tarde de amor que se apaga lentamente en el ron con las primeras luces de la noche”, receta de un poeta surrealista
- o la “perdiz asada con berzas“, receta de un criador de avestruces en Gales transmitida por el escritor de novelas góticas Algernon Blackwood
- y para postre, por ejemplo, las “trufas al café con coñac“, elaboradas con la variedad diablotin “parecidas a las chocolatinas afrodisiacas de cantárida que se importaban de Italia y que, según parece, Sade usaba para aturdir a sus conquistas”.
¡Que aproveche!