
En este año que está a punto de finalizar se cumplen 125 años del nacimiento de María Moliner y conviene recordar cuál fue su contribución a las bibliotecas y a nuestra lengua.
Existen en todo el territorio español muchas bibliotecas que llevan su nombre, y sin ir más lejos, la biblioteca de Ciencias Sociales y Jurídicas de nuestra universidad se sitúa en el edificio María Moliner, así que los que allí trabajan le pueden dedicar un pensamiento todos los días, porque para los y las bibliotecarios y bibliotecarias, es una especie de patrona. Si fuéramos Rosalía, le habríamos dedicado nuestro último disco.
Ella nació en 1900 en un pueblo de Zaragoza y se trasladó a Madrid con su familia cuando tenía unos 4 años. No lo sabemos a ciencia cierta, pero es muy posible que se educara en la Institución Libre de Enseñanza, como su hermano mayor, Enrique. Desde luego, durante toda su vida tuvo amistad y le guardó un gran afecto a varios profesores de esa institución, como por ejemplo a Pedro Blanco o a Bartolomé Cossío. Pero los problemas familiares (su padre se embarcó como médico en una compañía de barcos de pasajeros y se instaló en Argentina, dejando poco a poco de enviar dinero a su familia) hicieron que tuvieran que trasladarse de nuevo a Zaragoza, donde María terminó su bachillerato y la carrera de Filosofía y Letras mientras trabajaba en el Estudio de Filología de Aragón. Su pasión por la lexicografía debió empezar aquí, ya que ayudó en la recopilación y revisión de aragonesismos para su posterior incorporación al diccionario de la RAE.
En 1922 aprueba las oposiciones de Facultativos de Archivos, Bibliotecas y Museos y su primer destino será el Archivo de Simancas en Valladolid. Pronto tendrá que pedir el traslado, ya que su madre, a la que llevó consigo, no resistía bien los inviernos de la ciudad. Aunque María siempre intenta que la destinen a una biblioteca, la trasladan al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. En esta ciudad conocerá al que sería su marido, el catedrático de Física, Fernando Ramón y Ferrando.
Cuando Fernando Ramón consigue una plaza en la Universidad de Valencia, María vuelve a solicitar un traslado y nuevamente será destinada a un Archivo, el de la Delegación de Hacienda de Valencia. Pese a todo, en esa ciudad desplegará una de las etapas más fructíferas de su carrera. En 1930 va a participar en la fundación de la Escuela Cossío, una especie de sucursal de la ILE y en 1931, ya en la etapa de la Segunda República Española, se implicará en las Misiones Pedagógicas valencianas. La mayor parte de los presupuestos de las misiones se destinaba a la compra de lotes de libros que se depositaban normalmente en las escuelas rurales. María no sólo se encargaba de distribuirlos sino que además visitaba esas bibliotecas, realizaba informes e intervenía para que mejorara su funcionamiento. Este trabajo la llevó a pensar en bibliotecas que se conectaran en red, donde las más pequeñas se conectaran con otras mayores y estas entre sí. Se adelantó varias décadas al Sistema Español de Bibliotecas que nacería en 1978.
En 1935 ya había más de 105 bibliotecas rurales en Valencia y se empieza a pensar en cómo formar a los bibliotecarios, para lo que los estudiantes de Magisterio parecían la mejor opción. En 1936, empezará por fin a dirigir una Biblioteca, la de la Universidad de Valencia, y posiblemente será allí donde conozca a Dámaso Alonso, quien tendría un importante papel en la publicación del Diccionario de uso. Al año siguiente, dirigirá la Oficina de Adquisición de libros y cambio internacional, encargada de la modernización de las bibliotecas y del intercambio de publicaciones españolas por extranjeras. En 1937 publicará sus Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, un pequeño manual básico para su funcionamiento.






En cuanto a sus ideas sobre la conexión de todas las bibliotecas del territorio, finalmente publicó en 1939 su Plan de Organización General de las Bibliotecas del Estado, aunque sin firmarlo con su nombre. Ese año se truncan todos sus proyectos con la caída de la República y el inicio de la dictadura de Franco.
Tanto María como su marido fueron depurados. Ella volvió al Archivo de la Delegación de Hacienda y cuando se resolvió su expediente, se le prohibió pedir traslado en 3 años y también asumir puestos de mando y confianza. A su marido también le prohibían salir de la Universidad de Murcia, al que se le traslada forzosamente, durante el mismo periodo. Desde entonces no volverán a vivir en la misma ciudad. En 1946, Fernando Ramón consigue el traslado a la Universidad de Salamanca y María Moliner pedirá su traslado a Madrid. Se le concede una plaza en la Biblioteca de la Escuela de Ingenieros Industriales. Sería su directora y única bibliotecaria.
Una mujer tan inquieta intelectualmente, necesitaba tener un proyecto a la altura de sus conocimientos y habilidades. Su hijo mayor le había regalado el Learner’s Dictionary of Current English y María pensó que quizá se podría hacer algo parecido para nuestro idioma. Pensó que sería un proyecto que le ocuparía unos 2 años, pero estuvo 15 años dedicando mucho de su tiempo libre a la elaboración de su Diccionario de uso del español. En 1955 firmó el contrato de publicación con la editorial Gredos, en la que participaba Dámaso Alonso, pero el primer tomo no saldría hasta 1966 y el segundo al año siguiente. Su éxito fue enorme y escritores como Gabriel García Márquez lo alabaron. María empezó a alcanzar la notoriedad que ciertamente merecía. A esa notoriedad contribuyó sin duda la presentación de su candidatura a un sillón de la RAE. Habría sido la primera mujer en ingresar en esa institución. Finalmente perdió la votación en favor de Emilio Alarcos.
Se concentró en la labor de revisión de su diccionario para poder publicar una segunda edición, pero empezó a perder sus capacidades mentales y no pudo concluir la tarea. Murió en 1981 sin recordar quién era y todo lo que había hecho.
Hoy queremos recordarla y hacerle un pequeño homenaje con una exposición en el edificio que lleva su nombre.
Cronología de la vida de María Moliner.