Franz Kafka, 100 años

31 de mayo de 2024

El nombre de grandes escritores que despuntan este mes de junio es muy generoso: desde el centenario de la muerte de Franz Kafka a la década del fallecimiento de Ana María Matute, pasando por el 75 cumpleaños de Ken Follet. ¿Quién no recuerda o ha leído algunas famosas obras de estos célebres autores?

En este artículo abordaremos al primero de ellos: FRANZ KAFKA (1883 –1924) que el próximo 3 de junio se cumplirán 100 años de su muerte. Este escritor checo nacido en el antiguo gueto de Praga es difícil de olvidar. La lectura de su famosa obra Metamorfosis, publicada en 1915, y los comentarios que de la misma hemos tenido en las clases de literatura durante el bachillerato, son difícilmente no recordables.

¿Se puede imaginar el mundo literario sin la obra de Franz Kafka? ¿Acaso alguien ha podido olvidar a su protagonista el comerciante de telas Gregorio Samsa? Este humilde trabajador, que sostenía económicamente a sus padres y hermana, se había trasformado de la noche a la mañana en un gigantesco y descomunal insecto (¿escarabajo?) cuya imagen nos atormentó en algunas ocasiones a lo largo del curso. El drama familiar que ocasionó su transformación fue tan intenso que debería hacernos reflexionar, pues se trata de una alegoría donde el hombre se enfrenta a un mundo moderno que lo oprime y humilla.

En esta novela corta Kafka inaugura la literatura de lo absurdo. Sin embargo, algunos detalles muestran cierta similitud con su propia vida, donde el protagonista se enfrentaba a diversos cambios marcados por los conflictos socioeconómicos y políticos a inicios de la Primera Guerra Mundial en un mundo cada vez más insensible y deshumanizado. También los enfrentamientos con su padre le habían hecho ocultar sus verdaderos sentimientos y emociones que, tras abandonar el hogar familiar, terminó plasmando en esta famosa obra como es Metamorfosis.

La historia de esta novela se inicia con el despertar de Gregorio Samsa que va descubriendo, poco a poco, su transformación en un insecto de múltiples patas, caparazón y robustas mandíbulas. Sin embargo, a pesar de este ingente cambio, su única preocupación sigue siendo el trabajo de comerciante en esos grandes almacenes en donde es un fiel cumplidor de horarios y con cuyo sueldo sostiene económicamente a su familia y paga las deudas del padre, a pesar de la tensa relación existente entre ambos. Pero en este proceso de transformación se va desdibujando poco a poco su identidad. Ya no puede mantenerlos y empieza a ser rechazado por todos. Primeramente, por su padre, que debido a su edad no puede trabajar y ahora ha de buscar un nuevo trabajo para sostener a su familia; luego, por su madre, que de nuevo se ve obligada a coser y el aspecto de insecto de su hijo le espanta y le produce desmayos; y, finalmente, por su hermana que al principio le cuida y alimenta para terminar despreciándole y dejándole morir.

Así, Gregorio, en su condición de insecto, va percibiendo que ya no es una pieza útil y clave en su familia sino una auténtica carga para todos. Antes era querido y respetado por ellos y tras esta terrible desgracia queda reducido al olvido. De ahí la pregunta clave ¿qué importancia tenemos realmente para las personas con las que convivimos? ¿Sólo para los momentos buenos? ¿Para los buenos y los menos buenos? ¿Quién de nosotros no se ha sentido incomprendido en algún momento de nuestra vida?

El sentimiento de culpa que Gregorio tiene a partir de su metamorfosis le genera una enorme frustración, pues se ve sólo como una carga para el entorno familiar, abandonándose a sí mismo y creyendo que mejor que vivo estaría muerto. A pesar de estar rodeado de su propia familia y de compañeros en el trabajo comprueba que se halla totalmente solo, sin relacionarse enteramente con los demás; de ahí que conciba la muerte como la única solución para tranquilidad y bienestar de todos. Finalmente, su aislamiento en la habitación y el rechazo a alimentarse le conducen a la muerte.

Tanto la originalidad y el expresionismo de esta novela como su peculiar obra literaria, caracterizada por el absurdo y el pesimismo de las situaciones propuestas, contrastan con su estilo sencillo y los tonos surrealistas y psicológicos que refleja.

Con anterioridad a esta obra había escrito La condena (1913) donde un padre viejo y enfermo maldice a su hijo que acaba de prometerse y sólo desea vivir su propia vida. La singularidad de esta obra radica en que el autor la escribió de una tirada: desde las 10 de la noche hasta las 6 de la madrugada, sintiendo, al finalizarla, sus piernas paralizadas del tiempo que había estado sentado.

En esta misma época escribió El fogonero (1913) que aborda las peripecias de Karl Roßmann a bordo de un transatlántico a Nueva York, adonde lo han enviado sus padres tras un escándalo (tuvo un hijo con una criada), en busca de fortuna.

En el estremecedor relato En la colonia penitenciaria (1914) un explorador descubre, al llegar a una insólita isla, una colonia penitenciaria donde la inexistencia de tribunal alguno, es reemplazada por una máquina que dicta sentencia y ejecuta a los condenados.

En el breve cuento Un médico rural (1919) reflexiona sobre la profesión médica donde es más fácil extender recetas que empatizar con la gente, que espera milagros de su médico.

En 1922 publicó otro relato corto titulado Un artista del hambre donde narra la decadencia y muerte de un artista ayunador profesional de un circo que se muere de hambre en una jaula ignorado sistemáticamente por el público.

Los libros anteriores son los únicos títulos que Kafka le suplicó a su amigo Max Brod que debían sobrevivirle a su muerte. Todo lo demás: cartas, cuadernos, manuscritos, borradores… habrían de incinerarse sin leerse. Pero Brod, que se pasó su vida elogiándole, creyó que debía publicar póstumamente todas sus obras. Gracias a él, y en contra de su voluntad, nos ha llegado su ingente labor literaria.

También, y ya con carácter póstumo, se publicaron El proceso (1925) donde de nuevo el autor esgrime una auténtica pesadilla cuando el protagonista, Joseph K, es acusado y arrestado por un desconocido de un crimen que ignora y donde la justicia parece desconocer los detalles del caso. La incomprensible actuación del Estado lo atrapará en un laberinto desalentador. Y El Castillo (escrita entre 1921 y 1922 y publicada en 1926), muy similar a la anterior. Cuenta la llegada de un hombre a un pueblo que entra en conflicto con las autoridades de un castillo inaccesible. En ella la fuerza expresiva del autor alcanza una intensidad sin límites reflexionando sobre la alineación y la burocracia.

No cabe duda que en éstas y en sus innumerables obras siempre han comparecido la angustia y soledad del hombre contemporáneo, la necesidad de hallar sentido al sufrimiento, la burocracia opresiva y la relación del individuo con la sociedad.

Franz Kafka murió en el anonimato el 3 de junio de 1924 en Austria a causa de una tuberculosis detectada ya hacía varios años. Según palabras de la propia Dora Diamant, su última pareja y con quien fue realmente feliz: “Un día vivido con Franz supera todo lo que jamás hubiera escrito”.

Javier González Pérez

Categorías: 365 días de libros

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