“Formas de estar lejos” es la segunda novela que leo de Edurne Portela: no me ha defraudado a pesar de ser distinto el tema y el entorno, aunque mantiene un tema principal como la violencia y lo que genera la misma.
Alicia viaja a Estados Unidos como profesora de Universidad, encuentra un ambiente nuevo que es emocionante pero que aporta cierto vértigo ante lo desconocido. Entre las personas a las que conoce está Matty, con el que entabla una relación intensa de forma rápida, llegando a vivir juntos y comprarse una casa.
De estilo sencillo sin profundizar en temas escabrosos pero dejando unas pinceladas que son lo suficientemente precisas para vivir la situación que nos describe.
Desde el principio de la narración la autora nos pone sobre aviso, sobre lo que puede pasar y que ha llevado a esa situación. Esta técnica narrativa influye en la lectura, se mira con otra perspectiva lo que está narrando, pues se sabe que muchos de esos momentos cotidianos tienen especial interés para el devenir de los acontecimientos, pero quizás si no tuviéramos tanta información pasarían desapercibidos.
“He cerrado la puerta de la calle con llave y echado los dos cerrojos. He comprobado la puerta corredera de la cocina y colocado el listón de madera en el raíl para trancarla. También he cerrado por dentro la habitación. No he dejado de repetir este ritual ni una noche.”
La autora nos pone en antecedentes sobre las relaciones familiares, laborales y de pareja que tan importantes son en el desarrollo de una persona y que pueden llegar a favorecer una falta de autoestima.
“padre no hablaba con madre, le daba órdenes. Pasaba la mayoría del día sentado en su sillón reclinable bebiendo cervezas y viendo la tele mientras ella tenía que hacer todo en casa […] A nosotros no nos trataba mucho mejor…”
El tema principal es la violencia de género, pero no se excluyen otros tipos de violencia. Se presentan diferentes situaciones, diferentes trazos de su vida en común, en las que afloran comportamientos de Matty que van descubriendo su carácter. Momentos cotidianos que tienen una carga importante de violencia que van a llevar a padecer a nuestra protagonista miedo, soledad, incertidumbre y angustia.
“No podría decir cuándo empezó todo. Cuándo mi vida comenzó a torcerse y esa que fui dejó de existir y se convirtió en una mujer que se encerraba a llorar en un armario. Y todo lo que vino después.”
Es una lectura sencilla y reflexiva, en la que se ve la evolución de una relación tóxica con los elementos de dominación, aislamiento de sus amigos, reproches y manipulación que producen un sentimiento de culpabilidad en la víctima.
Lectura muy recomendable.
Rosa Jiménez Villarín