¿Nos vamos de viaje?

28 de mayo de 2018

Carlos Bustamante Restrepo. Fuente: Flickr

 

Muchas veces siento la necesidad de viajar… pero no siempre es fácil… falta de tiempo, de dinero… de las dos… ¿a quién no le resulta familiar? Pues toca viajar con la imaginación, ¡¡qué remedio!! Y en ese caso, los libros son siempre un buen aliado. Y si encima hablamos de crónicas de viajes, ¡qué más podemos desear! Porque muchas veces, cuando uno viaja, lo que quiere es conocer y encontrarse con realidades distintas a las suyas, que esas ya las tenemos muy vistas.

Yo, la última vez, me fui a África. Y ¿quién dice que África está lejos?, pero si la tenemos aquí mismo, al alcance de la estantería… estirar el brazo y… empezar. Porque mira que se ha escrito sobre este continente… desde “Ébano”, del polaco Ryszard Kapuscinski, al canario Alberto Vázquez-Figueroa, por hablar de los más conocidos. En esta ocasión, decidí irme con Xavier Aldekoa y visitar el Nilo… porque

 

“El Nilo no es un río. El Nilo es mucho más. El mayor de los ríos africanos es el corazón de cientos de pueblos y el testigo infatigable del ascenso y el ocaso de las dinastías de faraones más poderosas de la Tierra”

“El Nilo no es un río.

El Nilo es un pedazo de alma de la cultura occidental. Porque, en el devenir de la historia, el río de ríos ha sido sobre todo una oportunidad”

“El Nilo es hoy la paz del norte de Uganda pero también la guerra de Sudán del Sur; es la vida en los valles de Etiopía y la muerte en los calabozos de Egipto o Sudán. Es dictadura, desigualdad, progreso, esperanza y ansias de libertad. Es también el sueño de una revolución. Pero pese a sus cicatrices, el Nilo sigue siendo cuna del mestizaje  de las grandes culturas africanas y mediterráneas de ayer y hoy.

Todos somos hijos del Nilo”.

Desde luego resultaba algo, cuanto menos, prometedor. Y después llegaron los personajes, esos nuevos amigos que vas haciendo durante el viaje y de los que, a veces, resulta tan difícil desprenderte. Como Grace, la niña de 16 años que huye de  Sudán del Sur a Kenia porque las escuelas estaban cerradas por culpa de la guerra y llevaba ya más de ocho meses sin poder estudiar y, ante todo, ella quería ser médico

“Cuando eres doctora, decía, no solo salvas a una persona, sino al mundo entero”

Y lo mejor de todo es que, al final, lo consiguió, gracias a un médico barcelonés jubilado que donó el dinero. Sin embargo, como en todo viaje, no todo termina en buen puerto y hay realidades que son difíciles de asimilar, como Las nadie, mujeres que deben vivir en campos de protección de civiles, escoltadas por cascos azules y que han sido violadas en grupo a escasos metros de los campamentos de la ONU. O la Guerrilla de niños de la LRA de Uganda, niños secuestrados por el Ejército de Resistencia del Señor, como Moses Rubangangeyo, dispuestos a todo hasta que, en el mejor de los casos, logran escapar.

 “Lo más duro de la guerra de Sudán del Sur no son las violaciones, los asesinatos de aldeas enteras o los niños soldado. Lo peor de lo que ocurre es la indiferencia. Ese mensaje brutal que enviamos a las víctimas de que sus muertes y violaciones quedarán impunes porque no importan a nadie. Ese olvido es más doloroso que cualquier herida, porque jamás cicatriza, es para siempre”.

Uganda, Sudán del Sur, Etiopía, Sudán, Egipto… y vuelta a casa, a nuestra realidad aunque, con un poco de suerte, ya la veremos con otros ojos…

Y tú, ¿dónde quieres viajar?

E.M.

Categorías: 365 días de libros

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