Con cierta frecuencia en este blog nos acercamos al debate de la relación entre el cine y la literatura al comentar libros que han sido llevados a la pantalla, con mayor o menor fortuna, con mayor o menor fidelidad. Una autora sobre la que se podría discutir ampliamente si sus obras fueron o no mejoradas por el cine es la escritora inglesa Daphne du Maurier (1907-1989). Posiblemente una de las novelistas que mejor vendieron su obra en el siglo XX -por la cantidad de libros que vendía y por lo que llegó a percibir por ellos y sus adaptaciones cinematográficas- Daphne du Maurier tuvo su época más popular como escritora antes de la Segunda Guerra Mundial, y aunque en la segunda parte de su vida escribió y publicó obras indispensables en su carrera, pasó a ser mejor conocida por las adaptaciones que otros hicieron de sus textos para el cine. La dificultad actual de encontrar sus obras en las librerías nos indica que ha pasado al enorme lote de “autores que merecería la pena recuperar”.
Dos de las más famosas adaptaciones de sus textos al cine fueron llevadas a cabo nada menos que por Alfred Hitchcock, quien en 1940 estrenó “Rebecca” basada en la novela del mismo nombre publicada en 1938 y de la que la autora vendió cerca de tres millones de ejemplares; y en 1963 “The birds” sobre un relato publicado en 1952 como parte del libro “The apple tree”, significativamente subtitulado “A short novel and several long stories by Daphne du Maurier”.
Desde la presentación del libro se plantea la duda sobre el género de la lectura -no es ninguna tontería para muchos lectores saber si se enfrentan a la complejidad argumental de una novela larga o la de una corta, si leerá una colección de relatos de dos páginas cada uno o de ochenta – a la que se añade, cuando leemos los libros, el encuentro con finales abruptos, insospechados, o que pueden llegar a parecer improvisados, y que han dado lugar a ríos de tinta por parte de quien los discute o escribe finales alternativos. “Rebecca” es una novela larga que dio lugar a una película de 130 minutos; “The birds” es un relato corto que dio lugar a una película de 120 minutos. Las dos son historias inquietantes (no diré nada más sobre sus argumentos) y el tratamiento que Hitchcock da a cada texto, totalmente diferente en lo que se refiere a fidelidad (en uno de los textos, para no dar más pistas, el final es el principio, y en el otro hay una protagonista inventada para el cine, que transforma totalmente el final).
De los otros “relatos largos o novelas cortas” que componen este libro de 1952 siempre podemos decir que encontramos finales cinematográficos, evocadores, ambiguos o que dejan puertas abiertas a lo que ha sucedido o a lo que sucederá después. ¿Qué es lo que realmente ha sucedido en “Kiss me again, stranger” desde el principio de la historia en la que un sencillo mecánico de automóvil coquetea con la acomodadora de un cine de barrio? Uno no lo sabe hasta el final. ¿Y el final de “The apple tree” en el que un viudo evoca, con resentimiento y amargura, a su esposa en su abandonado jardín? Uno lo sospecha desde el comienzo pero se deja atrapar por una lectura obsesiva que conduce a un final asfixiante. Es difícil leer otro de los relatos, “The little photographer”, sin imaginar la escena final -en blanco y negro, por supuesto- del coche bien alejándose, bien volviendo al lugar del crimen, aunque el texto nada dice de ello. Finalmente la novela corta “Monte Verità” y su evocador flashback nos describe el final desde el comienzo, vuelve hasta el final y sigue avanzando, como perdido entre las montañas que escalan los protagonistas y cuyo nombre misteriosamente nos oculta la autora.
Cuando Daphne du Maurier falleció en 1989 uno de los obituarios de los periódicos dijo “Du Maurier was mistress of calculated irresolution. She did not want to put her readers’ minds at rest. She wanted her riddles to persist. She wanted the novels to continue to haunt us beyond their endings.”
Honorio Penadés