Hemos encontrado esta carta de despedida en uno de los muchos libros maltratados que tenemos:
“Yo, señor o señora, era un libro feliz. Aunque ahora me vea usted maltrecho y mutilado, hace apenas unos meses era brillante y atractivo por fuera e impoluto y sabio por dentro y cuando alguien abría mis páginas, exhalaba un perfume irresistible: el perfume de la novedad y de la inteligencia.
Al principio, estuve guardado con mis hermanos en un oscuro almacén, hasta que de pronto me metieron en una caja de cartón en la que emprendí un largo viaje. Había oído hablar de algunos destinos: las librerías, los colegios y también las bibliotecas. ¡Cómo ansiaba llegar a una biblioteca, poder ayudar a tanta gente, viajar en las mochilas de los estudiantes, hacer amistad con los estuches, las gafas, quedarme en diferentes mesas de estudio, hablar con los ordenadores (tan seguros de sí mismos, tan sabelotodos)…
Lo que nunca imaginé es que algunas personas me hirieran, me arrancaran hojas, me mojaran, me subrayaran una y otra vez con lápices o aún más, con horribles combinaciones de rotuladores fluorescentes… No estaba preparado para esta decepción, para ser objeto de tanto desprecio hacia mí, hacia el trocito de conocimiento que trataba de transmitirles y hacia los demás miembros de su especie a los que estos seres les negaban la posibilidad de conocerme.
Aunque a veces he tratado de camuflarme en las estanterías de los temas olvidados, aunque han tratado de recomponerme de diversas maneras, sé que ha llegado mi hora y que me espera el cruel destino del reciclado. Quizá vuelva a transformarme en libro de nuevo, pero esta vez intentaré que me compre algún bibliófilo, aunque eso signifique salir menos de mi estantería.”
¡Ayúdanos! Que esta sea la última carta que encontremos.