La proximidad de la X edición de Getafe negro, festival de novela policíaca de Madrid, entre los días 14 y 24 de octubre me ha hecho revisar mentalmente aquellos autores que en mis tiempos de lectura compulsiva de este tipo de literatura más llamaron mi atención. Como lector reconozco que he atravesado fases monotemáticas muy diferentes, cuando caía en una de ellas procuraba leer todo lo posible sobre el tema, ahora, mucho más anárquico, salto de una cosa a otra, releo bastante (dicen que eso es síntoma de que me estoy haciendo mayor) y no tengo el menor remordimiento al abandonar la lectura de un libro tras los primeros síntomas de aburrimiento.
Chester Himes me atrapó, leí casi todas sus novelas y nunca tuve la tentación de abandonar ninguna de ellas, incluso alguna releída mucho tiempo después me ha gustado tanto como en su momento.
Ha llovido bastante desde la éopca dorada de las novelas de Chester Himes, muchos y buenos autores posteriores han hecho del género uno de los más leídos en la actualidad, eso que se ha dado en llamar un boom, y no paran de salir nuevos representantes que llenan de interesante contenido semanas como esta de Getafe negro que ya alcanza su décima edición.
Himes fue delincuente antes que escritor, quizá por eso pudo escribir con tanto conocimiento de causa. Nació en Missouri en 1909, era negro, afroamericano, y aunque comenzó estudios universitarios abandonó pronto las aulas por trabajos de camarero, cocinero, mayordomo y mozo de hotel (trabajo que le provocó una discapacidad al sufrir un accidente en un ascensor del emblemático Wade Park Manor Hotel de Cleveland). También coqueteó con los delincuentes desde muy temprana edad, tanta que a los 19 años se encontró con una condena por atraco a mano armada que le supuso una pena de 20 años de los que cumplió 7:
“Comencé a escribir en prisión. Eso me protegió de los convictos y de los carceleros Los convictos negros tenían un respeto instintivo, e incluso miedo, por alguien que podía sentarse a escribir a máquina y cuyo nombre aparecía en periódicos y revistas. Los carceleros no podían tocar a quien pensaban era una figura pública” .
En la cárcel se salva milagrosamente de un incendio que acabó con la vida de 330 reclusos. Es trasladado a otra prisión en la que se topó con Black Mask, una revista especializada en historias de crímenes narradas por los mejores autores de la época y que le sirvió de inspiración para escribir sus primeros relatos.
Dos cosas llaman la atención sobre este autor, la primera es que, a pesar de ser negro, no se considera una víctima constantemente reivindicativa de unos derechos que se les niegan y mantienen en la marginalidad. El racismo americano estaba en sus años más duros entonces. Su forma de lucha fue la escritura, y esa es precisamente la segunda cosa que llama la atención. Sus detectives se salen de los prototipos, trabajan en los suburbios neoyorquinos como Harlem en los que las víctimas son indigentes que duermen en las calles, hombres y mujeres que sólo viven el presente, drogas, alcohol, violencia es su único horizonte. Las novelas de Himes denuncian lo que sucede en los barrios marginales y a las personas de su raza, aunque él mismo no se solidarice con ellos ni proponga soluciones a quienes tienen en su mano que eso cambie.
Pero su “negritud” termina pasándole factura, no olvidemos que estamos en la américa de la década de los años 40 del siglo pasado:
“América me hizo mucho daño. Cuando luché por medio de la literatura decidieron destruirme; nunca sabré si a causa de ser yo un degenerado ex presidiario que rehusaba llevar el hábito de penitencia, o un negro que no aceptaba el problema de los suyos como propio” (Himes, Chester. Autobiografía 1. La cualidad del sufrimiento. Madrid: Ediciones Jucar, 1988)
En 1953 cambia Nueva York por París. Nunca volvió a Estados Unidos. Recorre Europa, se casa, por tercera vez, con una periodista inglesa, Lesley Packard, y escribe. Nada menos que la ya prestigiosa Gallimard publica sus novelas.
Fruto de su imaginación son los dos personajes que encarnan a los detectives de diez de sus novelas: Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones (Coffin Ed Johnson y Grave Digger Jones). Dos personajes tremendamente humanos, negros como su creador, compendio de lo mejor y de lo peor del ser humano que nos hacen disfrutar con sus métodos eclécticos, totalmente normales en ocasiones y rozando la legalidad, o incluso sobrepasándola, en otras. Se conocen desde niños, estudiaron en la misma escuela pública y la vida les ha llevado a la comisaría de la calle 112 en Harlem. Patrullan las calles, peligrosas e imprevisibles, en el turno de noche, lo que les hace duros, toscos, amigos de apretar con facilidad el gatillo de sus pistolas calibre 38, se ceban sobre los camellos los traficantes, los violentos, no sobre los que sufren las consecuencias de las acciones de aquellos, prefieren lo expeditivo a la pesada y aburrida burocracia, lo que no les granjea el favor de sus jefes…blancos, tanto es así que no han logrado el ascenso en los últimos doce años. Y para colmo son insobornables e incorruptibles.
En 1969 él y su esposa se trasladan a España, concretamente a Moraira en Alicante (parece que ya entonces el turismo de la tercera edad comenzaba a afincarse en nuestras costas) dónde construyen su casa, a la que llaman Griot, como su gato. Allí moriría en 1984 y por allí descansan sus restos.
Dejo aquí la lista de las 10 novelas de la serie protagonizada por Ataúd Ed Johnson y por Sepulturero Jones. Algunos de ellos podéis encontrarlos en la biblioteca:
- For Love of Imabelle (Por amor a Imabelle), 1957
- The Real Cool Killers (La banda de los musulmanes), 1959
- The Crazy Kill (El extraño asesinato), 1959
- The Big Gold Dream (El gran sueño del oro), 1960
- All Shot up (Todos muertos), 1960
- Run Man Run (Corre, hombre), 1960
- Cotton Comes to Harlem (Algodón en Harlem), 1965
- The Heat’s on (Empieza el calor), 1966
- Blind Man with a Pistol (Un ciego con una pistola), 1969
- A Case of Rape (Un caso de violación), 1980
Antonio Fernández Luque