Una mañana fría llegó Carlos III con aire insigne, se quitó el sombrero muy lentamente….. y su busto quedó inmortalizado en los diferentes campus de nuestra universidad y su nombre nos acompañó en el día a día de nuestros trabajos, clases y actividades. Y no solo el suyo, sino que el espíritu ilustrado que siempre se identifica con su reinado se extiende a través de los nombres de muchos de los edificios que utilizamos. Quizá os suenen los nombres de Sabatini , Betancourt o el Padre Soler pero ¿os habéis preguntado alguna vez quiénes fueron Normante, Campomanes o Foronda? Aunque este blog se dedica normalmente a la literatura, hemos pensado que por esta vez íbamos a escribir sobre esos personajes aprovechando que se cumplen 300 años del nacimiento de Carlos III.
Nuestro Carlos III empezó siendo Carlos V de Sicilia y Carlos VII de Nápoles y de este último reino se traería a Madrid al arquitecto Francesco Sabatini, que había trabajado para él en el magnífico Palacio de Caserta y en el proyecto de investigación arqueológica de los templos de Paestum. A él le debemos la conclusión del Palacio Real de Madrid, la Puerta de Alcalá, el Hospital General del que forman parte los actuales Colegio de Médicos, el Conservatorio y el Centro de Arte Reina Sofía, además de muchas otras obras. El edificio que lleva su nombre en el campus de Leganés no lo hace por casualidad: era el cuartel de la guardia valona y fue construido por Sabatini y reconstruido en la primera época de la universidad para poder darle el uso que tiene actualmente.
Continuando en el mismo campus, tendríamos que hablar del Padre Soler, que da nombre a nuestro auditorio. El Padre Antonio Soler fue compositor y clavecinista, discípulo de José de Nebra y Domenico Scarlatti, organista y director de coro del Monasterio de El Escorial. Tuvo entre sus alumnos a uno de los hijos de Carlos III, el Infante Gabriel de Borbón. Compuso música vocal en latín y en español, además de música teatral pero es conocido sobre todo por sus sonatas para clave.
Y como última parada en nuestro viaje por los edificios de Leganés, tenemos a Agustín de Betancourt, que nació en el Puerto de la Cruz (Tenerife) y terminó sus días en San Petersburgo, al servicio del zar Alejandro I. Se encargó de la compra del instrumental de la expedición de Malaspina, elevó el primer globo aerostático en España, adaptó la máquina de vapor y el telar mecánico, dirigió el Real Gabinete de Máquinas, fundó la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos y viajó sin parar por Francia e Inglaterra para acabar en Rusia donde fue nombrado Inspector del Instituto del Cuerpo de Ingenieros y posteriormente Director del Departamento de Vías de Comunicación. En ese país dejó obras como el Manezh de Moscú o la Columna de Alejandro en San Petersburgo.
Si nos trasladamos a Getafe, encontraremos a un desconocido (para mí) Valentín de Foronda, hombre interesado en materias tan variadas como la lógica, la química, la economía y la política y que llegó a pertenecer a la American Philosophical Society de Filadelfia, fundada por Benjamin Franklin. En su obra Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la economía política se muestra partidario del liberalismo y cita las obras de autores como Adam Smith o John Locke, además de mostrar influencia de la escuela fisiocrática de François Quesnay y del iusnaturalismo. Pasa algunos años en Filadelfia como cónsul general y regresa a España un poco antes de la invasión napoleónica. En esa época publica Apuntes ligeros sobre la Nueva Constitución proyectada por la Majestad de la Junta Suprema de España y reformas que intenta hacer en las leyes donde aboga por la separación de poderes, la soberanía popular y las libertades individuales. Aunque fue muy criticado en los primeros años del reinado de Fernando VII, sus ideas hallaron respaldo durante el Trienio Liberal que lo reivindicó y lo nombró Ministro del Tribunal especial de Guerra y Marina. Afortunadamente para él, murió antes de que el trienio finalizara y comenzara la Década Ominosa.
En cuanto a Lorenzo Normante, fue un economista aragonés y el primer catedrático de economía política que hubo en nuestro país. Si este catedrático hubiera vivido en nuestros tiempos sin duda habría tenido que cerrar su cuenta de Twitter debido a tuits calumniosos contra su obra. Su troll fue un predicador, el padre Diego José de Cádiz que llegó a denunciarle a la Inquisición porque según él, Normante afirmaba que la usura era lícita, el lujo útil o que el celibato eclesiástico perjudicaba al Estado. No importaba que estas ideas no se encontraran en sus escritos. A pesar de esa campaña en su contra, siguió impartiendo sus lecciones hasta que en 1801 marchó a Madrid para ocupar una plaza de oficial de la Secretaría de Estado.
Y por último tenemos a Pedro Rodríguez de Campomanes, ministro de Hacienda de Carlos III, miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Española e impulsor de las Sociedades Económicas de Amigos del país. Las extendió a todo el territorio con vistas a difundir la industria, el comercio, la agricultura, la ciencia y la cultura a toda la ciudadanía. Apoyó la expulsión de los jesuitas y la desamortización de sus bienes y junto a Pablo de Olavide y al Conde de Aranda inició los planes de repoblación de Sierra Morena. Y aquí enlazamos con otro gran personaje que vivió en el siglo de las luces, y que quizá pudiera merecer dar nombre a un futuro edificio o espacio en nuestra universidad, porque el famosísimo Giacomo Casanova pasa por España y participa en un plan para que suizos y alemanes formen colonias en ese lugar. Y como al fin y al cabo este es un blog de literatura, os voy a recomendar una de las obras teatrales del Tablado de marionetas para educación de príncipes (Farsa italiana de la enamorada del rey) de Valle-Inclán, donde el Caballero de Seingalt (nombre de aventura de Casanova) es uno de los personajes testigo del amor de una joven, nieta de una ventera, por el achacoso rey. En ella encontraréis también reminiscencias de Cervantes tanto en las situaciones como en los nombres de algunos personajes, como la maravillosa Altisidora.
Marian Ramos