El comienzo de la vida real en la universidad traerá a los nuevos estudiantes grandes experiencias, deshará expectativas y quizá acapare alguna decepción, pero al menos en el terreno de las letras siempre podremos seguir imaginando vidas de campus como las que retrata este subgénero de la novela que se suele llamar “campus novel” (así, en inglés, por que son muy muy británicas en general). En estas obras encontraremos reflejados nuestros sueños o temores, o recordaremos con nostalgia tiempos pasados ¡incluso sin haberlos vivido, que es una nostalgia literaria un poco proustiana!, nos adentraremos en tramas medio personales medio profesionales en vedados y oscuros departamentos universitarios o seguiremos los pasos de los más extravagantes alumnos, profesores -y quizá hasta algún que otro bibliotecario o bibliotecaria- que hayan pisado los pasillos de los imaginarios o reales centros de estudios alrededor de los cuales se desarrollan estas novelas, de las que hoy traemos un lote arbitrario.
Por ejemplo, “Sobre la belleza” de Zadie Smith: la gran novelista londinense nos lleva al terreno de las disputas ideológicas dentro de un departamento de literatura comparada, nada menos ¡pero no teman, no es una novela metaliteraria sino un fresco de relaciones familiares, sociales, profesionales e interraciales! O la obra de teatro “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, de Edward Albee, llevada al cine por parte de Richard Burton y Elizabeth Taylor con extraordinarias interpretaciones tirándose (literalmente) los trastos a la cabeza universitaria y alcoholizada.
“Medusa”, de Ricardo Menéndez Salmón, se inicia cuando un estudiante de postgrado se está documentando para elaborar una tesis sobre el imaginario del mal… y se adentra en su mismo corazón. Otras historias desarrollan tramas policiales o criminales dentro de la universidad, como “El traductor de Cambridge”, de Fernando Báez (un caníbal universitario descrito por un bibliotecario venezolano, dentro de la estela de “university murder novel”), “Los crímenes de Oxford”, de Guillermo Martínez (donde esté Cambridge no puede faltar Oxford, dentro del mismo sub-subgénero de crímenes universitarios. En este caso tenemos además la película) o “Todas las almas”, de Javier Marías (un autor de los grandes, que escribe en español sobre las clásicas universidades inglesas, con bastante conocimiento de causa. También hay muertos. También hay adaptación para el cine, aunque a Marías no le gustó).
“El dueño del secreto”, novela de juventud de Antonio Muñoz Molina en la que vemos cómo un timorato estudiante de los tiempos conocidos como tardofranquismo se inicia con torpeza en los incipientes ambientes de debate político clandestino en la universidad madrileña. También “El vano ayer”, de Isaac Rosa, relata cómo el confuso incidente político de un profesor universitario en plena agitación en la España de los años sesenta, comienza… en la biblioteca.
Anterior en el tiempo pero también con el ambiente de la universidad en Madrid tenemos “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja, donde un estudiante de medicina vive buena parte de su novela de inciación en la mole de edificio que hoy llamamos Museo Reina Sofía y que fue Facultad de San Carlos. Y sin querer acercarlo a la calidad barojiana, “La Casa de la Troya”, de Alejandro Pérez Lugín, narra la historia de un díscolo estudiante madrileño en la Universidad de Santiago de Compostela hace 100 años con el epicentro de la acción en la pensión para estudiantes que da nombre al libro, hoy convertida en encantador hotel.
Vidas cruzadas de profesores universitarios es lo que nos ofrecen títulos como “La caída del Museo Británico”, de David Lodge, donde el autor más citado de este subgénero, profesor universitario que se ríe de su género, describe con buenísimo humor las penas del joven aspirante a investigador y docente; o en “El dueño de la historia”, de Malcolm Bradbury, novela en la que otro profesor universitario escribe novelas sobre profesores universitarios, en tono satírico, y a veces usando como personaje… a su amigo David Lodge, que hace lo propio.
Finalmente “Pnin” de Vladimir Nabokov, y “Lucky Jim” de Kingsley Amis ocupan el capítulo de la parodia tierna y cruel, de nuevo referida a profesores universitarios tratando de abrirse camino en sus centros de enseñanza, donde encuentran serias hostilidades, pero sobre todo debatiéndose en su relación con las mujeres, con el alcohol, con la capacidad de mantener relaciones sociales en ámbitos extraños, obsesivos y jerarquizados.
¡Bienvenidos a la universidad!
H.P.
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