Hay gente que piensa que una vez que han terminado los exámenes y el verano llega con todo su esplendor, las bibliotecas de las universidades cierran, las colecciones sufren la canícula en soledad y los bibliotecarios nos encerramos en algún lugar a leer, que es la imagen que todo el mundo tiene de un bibliotecario (sí, ese señor o señora con gafas, moño y rebeca que pone sellos, manda callar y lee). Pero no es así, los bibliotecarios, respondamos o no a la imagen que se tiene de nosotros, dedicamos los días del verano a unas tareas muy particulares, a cosas que hacemos cuando nadie (o poca gente) nos ve:
Inventario: el inventario es un clásico veraniego, es el Ulises de Joyce que nos llevamos cada verano a la playa y que también cada verano vuelve de ella inmaculado. Pero el inventario no es tan inmaculado, pues una de sus consecuencias es que le das una vuelta a todos los libros (y al polvo que acumulan) para poder leer su código y te ensucias un montón. Otra consecuencia es la guerra de las pistolas lectoras, la fiebre que nos da a los bibliotecarios a ver qué equipo lee más códigos en menos tiempo con lo que nosotros llamamos pistola pero que nos hace sentirnos como Luke Skywalker y Darth Vader en un duelo de espadas láser.
Expurgo/Relegación: Dice la sabiduría popular que el saber no ocupa lugar, pero un bibliotecario sabe que eso no es cierto, ya que vivimos con la presión constante de buscarle espacio a nuestras colecciones. A veces ese espacio solo se consigue si hacemos un poco de limpieza, como la de cajones y armarios a las que de vez en cuando nos sometían nuestros progenitores (por ser igualitarios, porque realmente era nuestra madre quien nos solía obligar . Así que muchos veranos nos ponemos a distinguir el libro-pantalón- de- campana- hortera –que- no- volveremos- a- ponernos del libro-Little- Black- Dress -“vintage” sin que ningún fondo de armario o colección bibliotecaria que se precie puede vivir.
Obras en la biblioteca: He aquí otro clásico veraniego. Nos encantaría que nos dieran un casco y un mono para trabajar entre ellas como si fuéramos un miembro de los Village People, cantando con orgullo bibliotecario I am what I am pero las tenemos que resistir con el atuendo habitual: la rebeca (qué calor), el moño y las gafas que ya hemos mencionado antes. Eso sí, cuando volvéis en septiembre os podéis encontrar con una maravillosa nueva biblioteca, como ocurrió hace unos años con la de Humanidades.
Y así, pidiendo la nueva bibliografía a nuestros proveedores, enlazándola al catálogo, preparando nuevas ayudas para vuestras búsquedas, porque también en verano se suelen cambiar las versiones del catálogo, o el buscador, o la página web, pensando en nuevas formas de comunicarnos con vosotros, se nos pasa el verano, aunque nadie (o poca gente) nos vea.
¡Os deseamos un feliz verano a todos!
Imagen: The team By Ultleg and tekst CC BY via Flickr