Copia certificada supuso el regreso, en el año 2010, del director iraní Abbas Kiarostami, al cine de ficción tras una etapa de experimentación y documentales que tomaron partido de la tecnología del vídeo digital. De forma extraña, la película resultante tiene un parecido con las inquietudes estilísticas y temáticas del cine de autor europeo en su periodo de mayor impacto, lo que ha dado lugar a que se la emparente con Te querré siempre, de Roberto Rossellini y con algunas constantes del cine de Resnais. Estaría por ver si estos parecidos complementan intencionadamente la cuestión acerca del valor de las copias y su relación con los originales que plantea la película.
Este tema es la base sobre la que el protagonista masculino de la película (interpretado por el cantante de ópera – nunca antes actor – William Shimell) desarrolla su teoría estética, con la conclusión de que no importa la cualidad de “original” de una obra de arte, sino la relación que se forma entre ésta y el individuo que la experimenta. Kiarostami hace una traslación de esta teoría hacia las relaciones interpersonales, en concreto hacia la pareja, al orquestar un encuentro prolongado entre este personaje y su contrapartida femenina (Juliette Binoche), el cual da lugar a un juego de posibles realidades y recuerdos, en el que la naturaleza del pasado común entre ambos personajes (podría haber ocurrido o no, o ambas cosas al mismo tiempo) se subordina a la validez de su experiencia, independientemente de la “historicidad” real de los acontecimientos.
Copia certificada se convirtió en un punto de referencia del cine más reciente, y ha sido infinitamente discutida por su complejidad y sutileza temática, pero también por la belleza misma de su puesta en escena. Se trata de una película que, en términos de luz, interpretación o tiempos y ritmos de desarrollo, invita a la contemplación pausada y limpia.
Dicho esto y animándoos a verla, os deseamos buen fin de semana.
Hugo Poderoso Silgado (alumno de la UC3M)