“Lo fantástico, en contra de lo que puede creerse, exige una mente lúcida, un control de la razón sobre la inspiración instintiva o subconsciente y disciplina en el estilo; exige que se sepa, a un mismo tiempo, distinguir y mezclar ficción y verdad, juego y espanto, fascinación y distanciamiento, es decir, leer el mundo en múltiples niveles y en múltiples lenguajes simultáneamente” (Italo Calvino. Conferencia pronunciada en el ciclo organizado por Ediciones Siruela y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Sevilla 1984).
El autor de tales palabras, escritor sobradamente conocido, fue un gran creador del género fantástico (El vizconde demediado, El barón rampante, El caballero inexistente, etc.) al mismo tiempo que un destacado estudioso que nos dejó una Antología de cuentos fantásticos del siglo XIX a partir de la cual pude conocer a gran parte de los autores que desde entonces han acompañado muchas de mis horas lectoras.
Mi afición al género llegó a través de nombres universales como Edgar Allan Poe, Borges, Tolkien, Kafka o Lovecraft, pero el conocimiento y la curiosidad se vieron espoleados tras la lectura de la antología citada allá por 1985 junto a otra no menos imprescindible publicada por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, Antología de la literatura fantástica, 1977.
Pero ¿qué es Literatura fantástica? Definiciones hay muchas. Todas han intentado delimitar el género y separar el grano de la paja con éxito diverso. Algunos autores han elaborado sus trabajos tratando de captar y explicar la esencia de lo fantástico y sus diferencias con las imitaciones o réplicas que lo “emborronan” (léanse las múltiples trilogías y sagas que se publican ahora bajo el nombre de tal género pero que, desde mi percepción personal, nada o poco tienen que ver con los clásicos).
Cabe destacar el trabajo de Tzvetan Todorov, búlgaro nacido en 1939 en Sofía aunque afincado en París desde 1963, lingüista, filósofo, crítico literario e historiador y autor de un ensayo considerado de referencia para entender el género que nos ocupa: Introduction á la littérature fantastique, publicado en 1970 (editado en español por Ediciones Coyoacán con el título Introducción a la Literatura fantástica, México, 1994).
(Por cierto, Todorov recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008).
Para Todorov los elementos sobrenaturales que forman parte de la narración pueden inscribirse en tres categorías que podríamos considerar como subgéneros:
a) Lo fantástico propiamente dicho
b) Lo maravilloso
c) Lo insólito o extraño
En cualquier caso la fantasía implica una transgresión del mundo real a la que se enfrentan el o los protagonistas, hombres normales y corrientes, como nosotros pero que súbitamente se ven en presencia de lo inexplicable. Algo de carácter sobrenatural irrumpe sin previo aviso en el devenir del mundo real lo cual, generalmente, provoca terror en los personajes y en el lector. Dice Todorov que “Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural” (página 24 de la edición en español) y que “La vacilación del lector es pues la primea condición de lo fantástico” (página 28 de la misma edición).
Vacilación es la palabra. Para Todorov es un elemento de capital importancia en lo fantástico, es un elemento que lo define. Así lo cree también Harry Belevan, autor asimismo de una Teoría de lo fantástico para el que la toma de conciencia del lector frente al hecho dura tan sólo “el instante de una vacilación, de una dubitación, de una especie de tartamudeo reflexivo”.
La argentina Ana María Barrenechea (1913-2010) publica en 1972 un Ensayo de una tipología de la literatura fantástica en el que además de ampliar las propuestas de Todorov nos ilustra sobre los escritores hispanoamericanos destacados en el género. Considera que en el XX han de mirarse las narraciones fantásticas desde un punto de vista más amplio que el de Todorov al haber sido creadas bajo otras circunstancias pudiendo así incluir obras de Borges, Cortazar, Arreola, Elena Garro, Anderson Imbert, Bioy Casares y otros.
Pero volviendo a las tres categorías de Todorov veamos cuales son las diferencias entre ellas.
Cuando al finalizar el relato se nos ofrece una explicación racional del suceso sobrenatural que ha acontecido nos encontramos dentro de “lo insólito”. Como ejemplo este es el caso de muchas de las narraciones del americano y decimonónico Edgar Allan Poe, narraciones policíacas que parecen desafiar las leyes físicas conocidas pero que finalmente se resuelven utilizando las mismas.
Si por el contrario no hay explicación para el suceso al terminar la narración y es necesario admitir nuevas leyes de la naturaleza para explicarlo estaremos en el caso de “lo maravilloso”; lo irracional forma parte del relato, se acepta lo sobrenatural tal como es porque pertenece a otro mundo, no al mundo real del lector, como en las fábulas, en las leyendas y en los cuentos de hadas. Un ejemplo típico de este tipo sería El señor de los anillos de Tolkien.
Finalmente “lo fantástico” se produce cuando el lector duda, debe decidir si el suceso puede ser o no real. Si el propio protagonista de la narración no le resuelve la duda será el lector el que se decida por una explicación racional o irracional, Todorov habla de un “tiempo de incertidumbre” una vez transcurrido el cual el lector se decide por una explicación o por la falta de ella terminando así lo fantástico, que se convertirá en extraño o en maravilloso dependiendo de si puede ser explicado o no por las leyes naturales.
No es fácil determinar una fecha de nacimiento para el cuento fantástico, pero el siglo XIX se prestó muy bien al desarrollo de una narrativa de este tipo por la facilidad con que los lectores de entonces se dejaban sorprender por los fantasmas, las apariciones y lo sobrenatural. A finales del XVIII la novela gótica inglesa, las Ghost Stories victorianas influyen de manera decisiva en los autores del Romanticismo alemán como es el caso de Chamisso (1781-1838) y su Extraña historia de Peter Schlemil (1814) cuyo protagonista recorre medio mundo intentando recuperar su sombra perdida; de Hoffmann (1776-1822) y sus cuentos como El cascanueces y el rey de los ratones que inspiró a Tchaikovsky su famoso ballet El cascanueces; Achim von Armin (1781-1831), uno de los más importantes románticos alemanes de la época junto con Eichendorff inspirador a su vez de compositores como Schuman, Mendelssohn, Brahms y otros.
Contraponiéndose al cuento filosófico característico del s. XVIII, los autores alemanes intentan la representación de la realidad subjetiva del mundo interior mediante el cuento fantástico, otorgándole al menos igual importancia que a la del mundo objetivo de los sentidos. Y nadie representó mejor en su momento esta nueva tendencia como Hoffmann, cuya influencia será trascendental ya en el s.XIX en la literatura europea, tanto es así que en la arriba citada antología de Italo Calvino en dos tomos el primero está dedicado en exclusiva a los autores influidos por él: Gogol en Rusia; Charles Nodier, Balzac, Gerard de Nerval y Gautier en Francia; en Inglaterra sobre todo Dickens; J.T. Sheridan Le Fanu, gran impulsor de las ghost stories como Carmilla (1872) que tanto influiría en el Drácula de Bram Stoker.
En cuanto a autores americanos con gran influencia en la literatura fantástica del XIX cabe destacar a Poe y a Nathaniel Hawthorne. El primero tiene más influencia ente autores europeos que sobre los propios americanos, fundamentalmente en Francia dónde, gracias a las traducciones de Baudelaire, llega a crear escuela cuyo mejor representante será Villier de L’Isle Adam, prolífico y desigual autor del que, entre todos sus cuentos, me quedo con su magistral Vera. De Hawthorne cabría destacar dos de sus novelas largas, aunque la mayor parte de su obras son cuentos cortos, La letra escarlata, 1850 y La casa de los siete tejados, de 1851.
Así lo fantástico va penetrando poco a poco todas las literaturas llegando, como no, también a la española. Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) escribió multitud de narraciones que pueden calificarse de relatos góticos, de leyendas y de temas de terror que tratan la hechicería, el embrujo y la muerte o la vida de ultratumba. No obstante España ya había servido de inspiración a otros autores de obras de este género; es el caso del noble polaco Jan Potocki (1761-1815), viajero, científico y escritor que visitó España hacia 1779-80 interesándose sobre todo por Andalucía y Sierra Morena dónde entró en estrecho contacto con las costumbres de las gentes que la habitaban: gitanos, contrabandistas, mendigos, que le sirvieron de inspiración para su obra más emblemática, Manuscrito encontrado en Zaragoza, publicada en San Petersburgo en 1804-05 y en la que presenta a España como un país exótico y misterioso, ideal para los aventureros de la época. En su primera parte un oficial de la Guardia Valona atraviesa Sierra Morena camino de Madrid para ponerse al servicio del Felipe V, en el camino se cruzará con todo tipo de personajes extraordinarios que le cuentan fantásticas historias que van tejiendo una tupida red con inesperado desenlace.
Conforme avanza el XIX cambia la percepción de lo sobrenatural hasta el punto que Guy de Maupassant (1850-1893) en su crónica Lo fantástico, de 1883 considera que la literatura de éste género debe adaptarse a los cambios que la técnica y la ciencia han introducido en la percepción del mundo haciendo que los lectores ya no sean tan crédulos; las cosas que les asustan han de ser, finalizando el siglo, más sutiles para provocar el mismo miedo e inquietud. En sus múltiples cuentos fantásticos pone en práctica su pensamiento e intenta demostrar que lo que no se entiende es lo que realmente provoca miedo, la narración presenta un universo con el que el lector se identifica pero incluye elementos sobrenaturales que rompen con las leyes de dicho universo impidiendo así la racionalidad de lo real. No hay explicación para un determinado fenómeno. En la Inglaterra del finales del XIX las historias de fantasmas victorianas van dando paso a esta nueva forma de narración, como ejemplos destacados pueden citarse autores de la talla de Robert Louis Stevenson (1850-1894), Rudyard Kipling (1865-1936) o H.G. Wells (1866-1946) sobre los que se podrían escribir muchas entradas al blog por ser de sobra conocidos, sólo citar que Wells es el iniciador de otro género, la Ciencia ficción, que tendrá un importante desarrollo posterior, ya en el s. XX.
Como colofón no puede faltar la cita a un imprescindible y nada fácil representante del género. El estadounidense posteriormente nacionalizo británico Henry James (1843-1916), creador de relatos de marcado corte psicológico en los que lo sobrenatural y lo fantástico se puede presentar con múltiples caras. No hay que dejar de leer Otra vuelta de tuerca, publicada en 1898, inspiradora muchos años después de películas como Los otros de Alejandro Amenábar.
Quedan nombres por citar que han hecho grande el género fantástico y que le han llevado poco a poco hasta lo que en nuestros días muchos consideran Literatura fantástica, sobre la cual personalmente tengo bastantes dudas, sobre todo porque no la leo y no puedo opinar con fundamento. Me refiero a esas interminables sagas actuales que tanto éxito cosechan entre los más jóvenes y que parecen estar basadas todas en fantásticos mundos imaginados poblados por invencibles guerreros y bellas princesas que guerrean sin fin: La voz de las espadas, Las sagas de la compañía negra, Canción de hielo y fuego, Crónicas de Mallorea, etc.
Prefiero seguir con fidelidad a Algernon Blackwood, Lord Dunsay, Walter de la Mare, Arthur Machen, Ann Radcliffe, Horace Walpole, Dom Augustin Calmet, William Beckford, al español Agustín Pérez Zaragoza y tantos otros, dejémoslo aquí, que harían demasiado prolija la lista.
Y no me gustaría terminar esta entrada sin hacer mención a dos editoriales fundamentales que han publicado y dado a conocer para deleite de todos los aficionados a los autores verdaderamente importantes como son todos los citados y algunos más. Me refiero a SIRUELA, fundada en 1982 por Jacobo Fitz-James Stuart que publicó importantes obras y colecciones tales como La Biblioteca de Babel en 1983 dirigida y prologada por Borges y editada por Franco Maria Ricci y ya en 1987 El Ojo sin Párpado, verdadero filón de cuentos, novelas y autores imprescindibles dentro de la Literatura fantástica de calidad. Desgraciadamente su creador se desprendió de ella en el año 2000 y ya no es lo que fue. La otra editorial es VALDEMAR fundada por Rafael Díaz Santander y Juan Luís González en 1989 recopiladora igualmente de lo mejor del género traducido además por auténticos especialistas, llegando a acumular un catálogo que debe rondar ya mil títulos publicados.
Podéis encontrar muchas de las obras y autores citados en la Biblioteca. Buena caza.
Antonio Fernández Luque