Para conmemorar el Día del libro, describimos un día cualquiera en la existencia de un bibliopio:
El bibliopio se levanta de la cama contento por poder hacerlo, es decir, por comprobar que sigue teniendo piernas y no se ha transformado en cucaracha durante el sueño. Después de las abluciones matutinas se sienta a desayunar esperando que al primer mordisco a la magdalena (¿por qué no hay magdalenas Proust en el mercado?) se desate un movimiento interior que lo lleve a su pasado, pero solo un rato, porque hay que salir pitando a trabajar.
Es tragado por la vorágine de seres que deben transportarse físicamente en vez de hacerlo con la imaginación o de desplazarse por el tiempo, e intenta reconocer a otros bibliopios: quizá esa muchacha que lee pero de vez en cuando se queda en la bibliopia, o ese señor que mira a través de la ventanilla y ve un Nautilus cuando debiera ver turbinas transportadas en Convoi exceptionnel.
El bibliopio llega al trabajo, a ratos creativo y a ratos burocrático y tiene ganas de exclamar “Preferiría no hacerlo” hasta que pone la radio para oír la noticia del encuentro entre una sonda espacial y un asteroide: inmediatamente piensa si allí habrá rosas que defender o volcanes que deshollinar.
Empieza a darle hambre y entonces se alegra de tener un trabajo rutinario que le permita comer en vez de ser un hidalgo noble y orgulloso que riega sus ropas con migas para que los demás no sepan de su desgracia.
Después de la comida y de finalizar su trabajo, emprende la Odisea del regreso: Poseidón le castiga con una avería en el metro que le obliga a salir a la superficie y el bibliopio en el fondo se alegra, porque a lo mejor se encuentra con alguna Calipso o come un poco de loto y olvida así lo peor del día. Finalmente llega a Ítaca: quizá su perro se alegre de verlo y Penélope le esté esperando, aunque él preferiría que se pusiera a tejer como una loca, así él podría arrellanarse en el sillón y emprender el viaje que empieza cada vez que se asoma a las páginas de un libro.
Variación: Penélope también puede ser una bibliopio y tener ganas de llegar a casa en ausencia de Ulises para ponerse a leer, en vez del rollo ese de tejer y destejer para engañar a sus pretendientes.