Historias de bibliopios

23 de abril de 2015

Penélope de John William Waterhouse

Penélope de John Wiliam Waterhouse

Para conmemorar el Día del libro, describimos un día cualquiera en la existencia de un bibliopio:

El bibliopio se levanta de la cama contento por poder hacerlo, es decir, por comprobar que sigue teniendo piernas y no se ha transformado en cucaracha durante el sueño.  Después de las abluciones matutinas se sienta a desayunar esperando que al primer mordisco a la magdalena (¿por qué no hay magdalenas Proust en el mercado?) se desate un movimiento interior que lo lleve a su pasado, pero solo un rato, porque hay que salir pitando a trabajar.

Es tragado por la vorágine de seres que deben transportarse físicamente en vez de hacerlo con la imaginación o de desplazarse por el tiempo,  e intenta reconocer a otros bibliopios: quizá esa muchacha que lee pero de vez en cuando se queda en la bibliopia, o ese señor que mira a través de la ventanilla y ve un Nautilus cuando debiera ver turbinas transportadas en Convoi exceptionnel.

El bibliopio llega al trabajo, a ratos creativo y a ratos burocrático y tiene ganas de exclamar “Preferiría no hacerlo” hasta que pone la radio para oír la noticia del encuentro entre una sonda espacial y un asteroide: inmediatamente piensa si allí habrá rosas que defender o volcanes que deshollinar.

Empieza a darle hambre y entonces se alegra de tener un trabajo rutinario que le permita comer en vez de ser un hidalgo noble y orgulloso que riega sus ropas con migas para que los demás no sepan de su desgracia.

Después de la comida y de finalizar su trabajo, emprende la Odisea del regreso: Poseidón le castiga con una avería en el metro que le obliga a salir a la superficie y el bibliopio en el fondo se alegra, porque a lo mejor se encuentra con alguna Calipso o come un poco de loto y olvida así lo peor del día. Finalmente llega a Ítaca: quizá su perro se alegre de verlo  y Penélope le esté esperando, aunque él preferiría que se pusiera a tejer como una loca, así él podría arrellanarse en el sillón y emprender el viaje que empieza cada vez que se asoma a las páginas de un libro.

Variación: Penélope también puede ser una bibliopio y tener ganas de llegar a casa en ausencia de Ulises para ponerse a leer, en vez del rollo ese de tejer y destejer para engañar a sus pretendientes.

Categorías: Sin lugar a dudas

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