Así es, como habéis dicho, el fragmento de nuestro anterior post pertenecía a la obra de Juan Marsé, El embrujo de Shangai, que fue llevada al cine por Fernando Trueba.
Esta vez hemos escogido un fragmento de un libro que se publicó en Francia, país de acogida de la autora, muchos años después de su muerte en un campo de concentración.
Caliente, pensaban los parisinos. El aire de la primavera. Era la noche en guerra, la alerta. Pero la noche pasaría, la guerra estaba lejos. Los que no dormían, los enfermos encogidos en sus camas, las madres con hijos en el frente, las enamoradas con ojos ajados por las lágrimas, oían el primer jadeo de la sirena. Aún no era más que una honda exhalación, similar al suspiro que sale de un pecho oprimido. En unos instantes, todo el cielo se llenaría de clamores.