El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 supuso un seísmo para España, que quedaría dividida en dos política y territorialmente. El reparto geográfico inicial dejaría al bando republicano los principales centros de producción, situados primordialmente en Madrid y Barcelona, mientras que los cineastas del bando nacionalista se verían obligados a desplazarse a países aliados como Italia, Alemania o Portugal para continuar con su (nuevo) trabajo.
La hasta entonces creciente industria cinematográfica se vio conmocionada por el temblor: dispersión de técnicos y profesionales, falta de recursos materiales (película virgen, electricidad…), caída de la inversión (precaución ante la inseguridad), bajada de ingresos (al dividirse en dos el territorio donde exhibir). Los proyectos en marcha se paralizaron, y los cineastas del bando republicano –que cuentan con los medios- salieron a la calle para registrar y dar testimonio de lo que estaba ocurriendo. Serían los sindicatos, especialmente la CNT (que dominaba en Barcelona y compartía trono en Madrid), quienes, aprovechando su fuerte implantación dentro de la industria, se hicieran con las riendas de la producción, incautando y sindicalizando tanto el sector de la producción como el de la exhibición, y consiguiendo así mantenerla a flote a la vez que darle utilidad.
Mientras que la producción de cine de ficción cae en picado (enfrentado no sólo a un problema económico, sino ético) y su función se ve delegada al cine de Hollywood, proliferan dos nuevas tendencias dentro del cine del bando republicano: el reportaje de guerra y retaguardia, aliándose cine y periodismo para mantener informada a la población; y el filme de propaganda, buscando divulgar valores y adoctrinar a los ciudadanos. Es precisamente a este cine y su contexto a lo que nos introduce Celuloide colectivo.
Aunque flojo en algunos momentos, el documental no sólo ofrece un instructivo recorrido histórico por este periodo en la producción cinematográfica española, sino que aporta, gracias a sus múltiples entrevistas y material audiovisual, alguno inédito hasta la fecha, interesantes ejemplos de la sorprendente permeabilidad que se producía entre el documental y la ficción (¡rodaje de escenas compuestas –dramatizadas- de milicianos para darle continuidad al metraje traído del frente!), o graciosas muestras de la retórica literario-panfletaria (“muchachos de pecho firme”, “escuchando los aplausos de los obuses”, “levantan los puños prolongados por las pistolas”, y otras maravillas) propia de un aún reciente cine sonoro y su primer uso masivo para la propaganda bélica. Interesante periodo e interesante documental que se prolonga(n) hasta el momento en el que el avance del enemigo nacionalista y los problemas internos acabaron con la producción cinematográfica y la esperanza.Celuloide colectivo en la biblioteca