Extrañamente La Cabina posee desde los primeros minutos un cierto halo de misterio, aunque aparentemente trata de mostrar todo lo contrario mediante una normalización de la rutina. Lo cierto es que desde la primera secuencia, el primer plano y las primeras notas musicales sientes que algo extraño va a suceder, como en las películas de Alfred Hitchcock sucedía desde el arranque, todo parecía en calma pero el hedor de la catástrofe y lo espantoso rondaba cerca. Y esa va a ser la influencia más directa de Mercero a lo largo de todo el mediometraje, trabajando el poder de la picaresca española redacta una narración que como ya nombraba, resulta en la superficie y en su realización de estilo puramente Hitchcockniano.
Podemos titubear en las imágenes iniciales, creyendo que nos encontramos ante un plano secuencia de vista de pájaro absolutamente nouvelle vaguiano, más que de toda una generación de autores, podría concretar hablando de Francois Truffaut, el cineasta marcado por la renovación completa del cine francés e influenciado por el Neorrealismo surgido en Italia, era proclive a subyacer el destino íntimo del mensaje bajo superficies de planos erráticos, que en la imagen se plasmaban en forma de diagonales y de la elaboración de líneas compositivas a través de cenitales y aéreos.
Ya rota la elaboración del primer plano secuencia, los planos detalle siguientes vuelven a columbrar el mensaje expectante, con plena conciencia de dónde y cómo aparecen, situando cada elemento con mucho cuidado (Véase mano del operario que abre la cabina aún después de haber entrado ya en ella). La utilización de una grúa resulta agradecida a la narración fílmica de la historia aunque no puedes dejar de pensar que Antonio Mercero es ante todo un director televisivo, donde la grúa es el pan suyo de cada día, usada hasta la saciedad en todos los programas de la parrilla, sumado también a la constante y no siempre bien acertada utilización del Zoom, muy en boga en aquella época por su reciente comercialización a principios de los 60 y que muchos cineastas europeos debido a su bajo coste utilizaban como recursos sustituto al travelling.
A medida que avanza la trama y que López Vázquez ya se encuentra enclaustrado en su mundo/cabina podemos ir averiguando las verdaderas intenciones de los guionistas, esto conduce inconscientemente al espectador a sentirse más cómodo con lo que está observando, y al espectador crítico actual a sentir que burlar la censura es algo que hoy ya no podremos hacer ninguno. Entre plano y plano, piensas por obligación en la España setentera, en los personajes Berlangianos que desfilan ante la pantalla como meros espectadores, en el surrealismo y el humor ennegrecido que todo español desarrolla porque es español.
Pero eso no es todo, porque es un film que no se queda estático en ningún momento, según se siente más encerrado en esa celda, más señas va dejando el director para que entiendas la obra, va in crescendo y acelerando el proceso de su intriga y de su angustia, al más puro estilo de Rod Serling, que amenazaba con sus dimensiones desconocidas desde hacía años en las pantallas de todo el mundo y que en España bajo el nombre de la cuarta dimensión había causado estragos en todos los realizadores televisivos de la época. Aunque no es necesario marcharse a los EEUU, en España ya se habían hecho cosas muy similares y en las que Antonio Mercero sentía una gran admiración como eran las historias para no dormir que Narciso Ibáñez (Chicho) había explotado en la misma cadena, la cadena pública y única en aquellos momentos. Al igual que Chicho, Mercero se argumenta en bases sólidas, con guiones muy expresionistas, dignos de cualquier película de terror de las décadas anteriores pero con la renovación de creer en una estética puramente realista y fácilmente enmarcada en la sociedad actual, donde poder ejecutar sus fines ya sean políticos o religiosos, de una manera menos efectista que lleve al espectador a no perderse en la maraña cautivadora de la ciencia ficción.
El españolito medio, ese personaje anclado y prototípico tan similar al que en millones de casas existía, comprendía una serie de adjetivos y valores que pueden identificar solo con ver su ropa, su corte de pelo o sus coaccionadas acciones, es por ello que no puedes evitar pensar en todas “las españoladas” de los sesenta, de los setenta, en José María Forqué, en el Landismo y el destape y es más, puede que esa fuera la intención del director, crearnos esa reminiscencia no fue de manera baladí, su propósito quizá era el de hacer al espectador más partícipe de la situación, crear identificaciones y sobre todo el despiste general, de aquellos que creían ver una película cómica cuando en realidad era el horror de la vida, de un Madrid y una España de claustrofóbicas vistas a una sociedad que ignora la desfachatez de un mundo bastante putrefacto en sus entrañas. Era un reflejo muy acertado de un régimen que siempre afectó al pueblo en este sentido, como afecta al personaje de López Vázquez verse reflejado en el espejo y verse además encerrado, objetivo de las burlas de cuantos les rodean, como bien podía sucederle a España en aquel momento.
Volviendo a recapitular y a hacer diferentes visiones de la película, pero sobre todo a desenmascarar más detalles y huellas que el director irremediablemente deja de otras películas y de otros directores, como es de los personajes Fellinianos que hiperbolizados para la pantallas se mueven sin discreción abarcan los planos de la plaza, pero sobre todo lo vi en esos payasos y enanos de circo, recordé “Los Clowns” película entonces muy reciente y de gran belleza visual.
La cabina en sí, es una gran inspiración a los pájaros y en general a todo el cine de Hitchcock, el cual tenía una recurrente obsesión de encerrar a sus personajes en cabinas telefónicas como en “Rebeca” o el momento de “Los pájaros” en que Daniel se refugia en una cabina, convirtiéndose así en un ave dentro de una jaula.
Ya en los últimos minutos vemos como llega a su destino final, este último identificable con “Metrópolis” de Fritz Lang, ese expresionista lugar donde llegan todos los que un día se quedaron encerrados en esa cabina rojo sangre, rojo muerte y rojo España.