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/* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:”Tabla normal”; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:””; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:”Times New Roman”; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} Primera entrega (según el orden de estreno) de Grindhouse,proyecto-homenaje del tándem Tarantino–Rodríguez a las salas de cine de igual nombre que se dedicaron durante los años sesenta y setenta al pase de películas exploitation: cine de bajísimo presupuesto, heredero directo del pulp fiction, que explotaba el poder de atracción de la violencia, el sexo, el terror, el exotismo, lo bizarro y el humor más escabroso para llenar las salas. Un cine temáticamente casposo e hiperbólico donde cualquier “parecido con la realidad es pura coincidencia” y es inmediatamente barrido por una nueva vuelta de tuerca a la trama, al género, e incluso a la historia del cine.
Baste de ejemplo de todo ello la historia que Rodríguez presenta en este homenaje: en una pequeña área de Texas, el gobierno está experimentando con una nueva arma química. Un “insatisfactorio” negocio entre un bioquímico avaricioso y un escuadrón de soldados anárquicos lleva a la liberación del virus, capaz de transformar a la población en putrefactos zombis. Y los personajes están a la altura de semejante trama: una stripper a la que le falta una pierna, un heroico y legendario conductor de grúa, una pareja de doctores en profunda crisis matrimonial y de identidad sexual, dos niñeras gemelas hiperviolentas, un sucio cocinero sureño…
Acertadamente ambientada por Rodríguez en la Texas más profunda, símbolo (creado por la propia cultura norteamericana) de ese redneckismo radical en muchos casos más cercano al argumento de una película exploit que a la realidad contemporánea, la película se alza como un divertido recorrido por los lugares comunes, tanto temáticos como estéticos, de su amado cine de serie B y Z. Ensombrecida por su película hermana, Death Proof, que transita los mismos caminos de una forma formalmente más exhibicionista y estética y temáticamente más cuidada y estilizada, Planet Terror puede resultar más tosca y vulgar, pero presenta algo que no ofrece aquella: el verdadero espíritu exploit, tan zafio, cutre, sucio, gratuito, incorrecto, irreverente, maravillosamente absurdo y casposo como se pueda imaginar. Mientras que Tarantino nos ha ofrecido un deslumbrante homenaje nostálgico a éste tipo de cine, Rodríguez ha sido capaz de introducir en el aséptico panorama cinematográfico contemporáneo una verdadera película exploit del siglo XXI. Victor Aertsen. Alumno UC3M
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