El director coreano Park Chan-wook cambia de registro y abandona la poesía plástica de la violencia mostrada en trabajos anteriores como “Oldboy“, para crear en esta “Soy un cyborg” una comedia esquizoide de personajes disfuncionales que se aproximan más al esperpento de Valle Inclán, pasado por el filtro de este coreano, que a la tan mencionada obra de Milos Forman “Alguien voló sobre el nido del cuco” con la que se ha comparado en diferentes lugares y en muchas ocasiones.
“Soy un cyborg“ es la historia de Young-goon, una joven ingresada en un psiquiátrico, que cree ser un cyborg y se niega a ingerir comida porque considera que un ser cibernético sólo necesita electricidad. El encuentro con un joven que se oculta tras una máscara dará fruto a una curiosa relación.
La anorexia, los patrones de abandono y la ausencia materna, son los temas de trasfondo de una humanidad que se representa cada vez más sola y desamparada en un mundo cada vez más robotizado donde los gritos de auxilio son prácticamente inaudibles entre tanta tecnología.
“Soy un cyborg” crea con su frenético montaje pequeños juegos de narración donde, a veces, el relato no es más que un futurible propio de las pulsiones de sus personajes que marcan el tono paranoico de este film para sorpresa y gozo del espectador. Los saltos y las piruetas en el espacio y en el tiempo, orquestadas por una excepcional banda sonora, crean en “Soy un cyborg” una atmósfera entre lo irreal, lo enfermizo y lo soñado que hacen de esta película una maravillosa comedia circense con pinceladas de cuento de hadas.
Park Chan-wook, en aras ya de estrenar su último trabajo “Thirst”, traspasa la frontera de lo local, virtud y pecado del cine asiático, con esta fantasía que nos arrastra por la comicidad del absurdo universal. Javi López-Bueno. Alumno de UC3m.