Microrrelatos, relatitos, relatos, cuentos y hasta novelas cortas

23 de mayo de 2008

Los exámenes están a la vuelta de la esquina, y ya no hay tiempo para nada más que estudiar. Sólo unos últimos flecos: ¿presenté la práctica? ¿completé el trabajo? ¿envié mi presentación? ¿leí el libro? ¿me pasas los apuntes? Bien, pues entre agobio y agobio siempre habrá un momentito para tomarse un café o una caña, hojear el periódico o el Twitter, darse una vuelta por el parque o por las islas de Second Life, verse con los amigos o quedar en el Messenger… para lo que no hay tiempo a estas alturas es para leer Guerra y Paz.
Pero ¿por qué no leerse algún que otro microrrelato entre codo y codo? Aquí os proponemos una serie de distintas lecturas que van del microrrelato a la novela corta, pasando por el cuento. Y vamos a poner los libros seleccionados en el vestíbulo de la Biblioteca para que queden más a mano. Y además vamos a dejaros ver algunos comienzos de relatos, para abrir boca:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso.

Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las
pasiones.

Edgar Allan Poe.

En el tranvía reinaba un calor tórrido, sofocante.

Mircea Eliade.

Ántes, cuando llegaba el verano, íbamos en barca.

Cesare Pavese.

Manuela tenía el pensamiento en las sesiones de su profanidad compartida.

José Luis Morales.

El gobierno comunista de Pekín, en medio de una impresionante campaña de
propaganda, se propuso reformar a las prostitutas…

David Kidd.

Al empezar el viaje, el sol brillaba intensamente sobre Munich…

Bram Stoker.

No entiendo por qué no me dejan pasar la noche en la clínica con el nene…

Julio Cortázar.

En el patio del hospital hay un pequeño pabellón circundado de un auténtico
bosque de bardana, ortigas y cáñamo silvestre.

Antón Chéjov.

La hiena dijo una noche a la liebre “Vamos a pescar”…

Cuento popular de Senegambia.

Mi padre se llamaba Schnabelewpski; mi madre se llamaba Schnabelewopska…

Heinrich Heine.

El vapor con sus múltiples aplicaciones constituyó la principal gloria del siglo
XIX.

Nilo María Fabra.

También esta historia, mi niño querido, sucedió en tiempos pasados y
remotísimos.

Rudyard Kipling.

A pesar de sus treinta años, Bertha Young disfrutaba aún de instantes como
este…

Katherine Mansfield.

Josef K. soñaba.

Franz Kafka.

La fama de hermosura de Julia estaba esparcida por toda la comarca…

Miguel de Unamuno.

Nuestros dos ojos no vuelven mejor nuestra condición.

Voltaire.

Soy un hombre de cierta edad.

Herman Melville.

¿Te ves capaz de escribir algo así? ¿Más o menos? Pues no dudes en dedicar tu poco tiempo libre a participar en alguno de los certámenes de microescritura que te proponemos a través de las páginas amigas:

¡A escibir! !A leer!

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