Si los lectores de este libro tiene a bien aceptar del propio autor las credenciales para visitar los diferentes lugares que constituyen el tema de sus recuerdos, quizá los vean con la imaginación de forma más agradable y con una idea más clara de lo que deben esperar.
Se han escrito muchos libros sobre Italia, que aportan múltiples medios de estudiar la historia de esa país tan interesante y las innumerables asociaciones con él relacionadas. Yo hago en éste escasas alusiones a ese caudal informativo, ya que no considero en modo alguno consecuencia necesaria de haber tenido que recurrir a ese arsenal en beneficio propio el que haya de reproducir ante los ojos de mis lectores su contenido, fácilmente asequible.
Tampoco hallaréis en estas páginas análisis profundos sobre el gobierno o desgobierno de ninguna región del país. Todo el que visite esa hermosa tierra tendrá sin duda convicciones propias sobre el tema. Pues así como decidí yo cuando residía allí, como extranjero, abstenerme de analizar esas cuestiones con toda clase de italianos, así también preferiría no entrar en el tema ahora.
Dickens describe con una prosa no exenta de pinceladas humorísticas las ceremonias de Semana Santa en Roma, o las fiestas en honor de un santo local. Crítico con todo lo que se le antoja falsa piedad y culto a las apariencias, no oculta sin embargo su fascinación por la expresividad y la bulliciosa vida italianas, pues “cada fragmento de sus templos caídos y cada piedra de sus palacios desiertos” hace al mundo mejor.